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Las tendencias para las nuevas viviendas y la integración en las ciudades
La pandemia está acelerando el surgimiento de nuevas preguntas para la arquitectura en el diseño de las viviendas y del entorno urbano en el que se emplazan, con posibles nuevas soluciones que apuntan a mejorar la calidad de vida de todos los habitantes.
Lunes 31 de mayo de 2021
No fue casual que a mediados de marzo de este año, marcado por la pandemia a nivel global, el más importante reconocimiento mundial de arquitectura, el Premio Pritzker, haya sido entregado al matrimonio francés compuesto por Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal. Se trata del mismo galardón que obtuvo el chileno Alejandro Aravena en 2016, quien, además, este 2021 presidió el jurado.
“Este año, más que nunca, nos hemos sentido parte de la humanidad en su conjunto. Ya sea por motivos sanitarios, políticos o sociales, es necesario crear un sentido de colectividad. Como en cualquier sistema interconectado, ser justo con el medio ambiente, ser justo con la humanidad, es ser justo con la próxima generación”, dijo Aravena al justificar la premiación a la pareja gala.
“Ellos (Lacaton y Vassal) utilizan en su arquitectura un principio del nunca demoler; recuperan edificaciones existentes, porque entienden que hay un potencial dentro de la ciudad que puede permitir mejorarla y rearticular las redes. Lo que hoy pueden ser ruinas, con una intervención inteligente, se pueden convertir en espacios integrados a la ciudad, a sus sistemas de transporte, servicios de todo tipo, trabajo y esparcimiento”, dice Drago Vodanovic, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad San Sebastián (USS).
El académico afirma que en la actualidad se está acelerando el surgimiento de nuevas preguntas para la arquitectura y la planificación urbana, y que ello traerá posibles nuevas soluciones en un futuro no lejano con la vista siempre en aumentar la calidad de vida de las personas.
Sostiene que más que un cambio brusco, de la vida pospandémica se podría esperar que va a gatillar o acelerar tendencias o visiones que venían de a poco instalándose en los países más desarrollados. Por ejemplo, vincular estrechamente el habitar (viviendas o departamentos) con el medio ambiente para resolver el tema de la eficiencia energética y la sustentabilidad, que son principios que se van a volver más fundamentales.
“Las viviendas tienen que aclimatarse más a sus diferentes localidades. En Chile, el mercado de la vivienda ha vivido una suerte de estandarización muy similar a lo que se hace en todo el mundo, porque las normas chilenas no exigen mucho para diferenciar las viviendas para cada zona del país. Sin duda, se va a requerir que tengan una mejor performance en términos ambientales y energéticos”, afirma Vodanovic.
También indica como un elemento nuevo el hecho de que a las viviendas se le está exigiendo más desde que el teletrabajo y la educación híbrida (mezcla de presencial y online) llegaron para quedarse en nuestra sociedad. De hecho, con la pandemia hubo alrededor de medio millón de personas que emigraron desde Santiago a otras regiones.
Por este motivo, Vodanovic señala que “la vivienda va a tener que responder de mejor manera a las necesidades de las personas. La tecnología y el diseño, vinculado a tener espacios sanos, ventilados, iluminados y calefaccionados es fundamental; y ello implica subir los estándares de la calidad de las viviendas. La pandemia va a tender a acelerar esta tendencia, porque las familias le van a exigir más a los hogares: ya no será el lugar donde principalmente se descansa, sino que es para muchos el espacio para la vida personal, para la formación y el trabajo”.
Ciudades integradas y colaborativas
Otra tendencia que será importante entender es que no se puede pensar a la vivienda sola, como una isla, sino que se inserta en un territorio, que es la ciudad.
Sobre este aspecto, Vodanovic dice que “la ciudad chilena va a tener que ponerse al día, porque hoy es propia de un país en desarrollo que se destaca por la demora en varias horas en ir a dejar a los hijos al colegio y después irse al trabajo, y después volver al hogar. La ciudad va a tener que armarse de subnúcleos o subcentros, en los cuales las personas estén cercanas a servicios, a la salud, a establecimientos educacionales, al trabajo, al ocio y a la actividad de esparcimiento y física al aire libre”.
“Se vuelve significativa la planificación de la ciudad y sus planes reguladores para poder colaborar para armar una ciudad integrada e interrelacionada y no segregada, donde, además, todo está lejos y disperso. Chile debe apuntar a desarrollar ciudades más sanas, que se encarguen de funcionar de manera colaborativa”, acota Vodanovic.
En esta misma línea, Mónica Torres, directora de Ingeniería Civil de la Sede Santiago de la USS, dice que la contribución de esta rama a los cambios de tendencias va a ser fundamental: “La ingeniería aporta en este proceso mediante estudios de factibilidad para los nuevos proyectos y análisis y estudios de los planes reguladores de las comunas con datos certeros; y también desde la ciencia de datos contribuye a la tendencia mundial de la Industria 4.0 en la planificación de la construcción y en la gestión de las ciudades en el día a día, con data online para tomar decisiones rápidas”.
La académica apunta a que “además, la pandemia ha producido cambios respecto de lo que buscan las personas. Se trata de un proceso que no se ha concretado, pero que va encaminado. Antes de la pandemia -dice-, la población estaba buscando más eficiencia en sus traslados que la comodidad y el espacio para vivir, considerando que la gente estaba ocho o 10 horas en el trabajo o en sus lugares de estudio”.
Esta aspiración cambió al llegar la crisis sanitaria del Covid-19, dejando a las familias encerradas en cuarentenas prolongadas, dando más valor a la búsqueda de proyectos, por ejemplo, en las afueras de Santiago, como Peñaflor, Colina, Buin y Melipilla, entre otras comunas. Este fenómeno -además- incrementó el interés por ciudades como Puerto Varas, Valdivia, Coquimbo y La Serena.
Todo a 15 minutos caminando
El decano de Arquitectura de la USS, en tanto, afirma que la movilidad al interior de las ciudades debería privilegiar el desplazamiento peatonal, en bicicleta, en scooter y transporte público como buses eléctricos, metro o trenes ligeros, ya que “la tendencia especializada a nivel mundial nos dice que hay que desincentivar el uso de automóviles. Las ciudades donde las personas son más felices se mueven en bicicletas, a pie, transporte público y ascensores o funiculares en las urbes que tienen accidentes geográficos. Se trata de redes multimodales”.
A ello incorpora el concepto de infraestructura verde, que -afirma- no solo son lugares estéticamente bellos y con un rol ecosistémico fundamental, sino que tienen la posibilidad de ser un fantástico espacio público para hacer deportes, leer, celebrar un cumpleaños o pasear mascotas, por ejemplo.
Ahí se comienzan a conectar todos los elementos: la vivienda, los servicios, el equipamiento de la ciudad, la infraestructura pública verde y el sistema multimodal de transporte. Todo ello en unos 15 minutos o poco más, como se pretende hacer en Francia.
Viviendas sociales e integración
El último estudio de la Cámara Chilena de Construcción -presentado el 24 de mayo-, denominado Caracterización Territorial, midió las condiciones urbanas en que viven los habitantes de las 22 principales ciudades del país, y arrojó como resultado que sobre 700 mil familias, que corresponden a 2 millones 200 mil personas, residen en entornos con condiciones urbanas críticas en materia de infraestructura básica, equipamiento y servicios, medioambiente, vialidad y movilidad y seguridad.
Ante ello, Drago Vodanovic dice que en los sectores más vulnerables “se debe acelerar el tranco. Tienen que estar en la primera línea de lo que hay que hacer. Si no hay integración y no existe un desarrollo razonable transversal, nunca se logrará una buena ciudad para vivir. Si ello no ocurre, todo se polariza y terminamos con ciudades amuralladas, con desintegración social, cultural y humana”.
En cuanto a la vivienda social, el académico de la USS sostiene que se deben hacer cambios. Primero, hay que lograr que llegue a tiempo, porque “si la gente tiene su subsidio y hay una demora de muchos años en la entrega de la casa, con lo urgente que es la necesidad de un techo, se está incentivando la construcción irregular o la toma de terrenos. Hoy tenemos problemas de toda índole, desde el diseño de viviendas, como lo que plantea Alejandro Aravena al entregar media vivienda terminada y la otra mitad encaminada. Lo importante es que la vivienda social gane valor en el tiempo y no que disminuya, como ocurre hoy en día”.
Para Vodanovic, otro problema que se debe resolver como sociedad es aquel vinculado a la gestión de adquisición de terrenos mejor ubicados, probablemente más caros, para terminar con las periferias desmejoradas.
Dice que “en Chile no estamos acostumbrados a la integración por prejuicios. Creo que habrá una transición no exenta de polémicas, pero ello no significa que la ciudad integrada no vaya a funcionar mucho mejor en el futuro. Al contrario, está demostrado que sí es la solución”.
Y sobre la vivienda social misma, aduce que se tiene que ampliar el metraje cuadrado de superficie y la calidad de la construcción: “Chile tuvo una historia muy potente en los años 90 en cuanto a cantidad de viviendas sociales construidas, pero se quedó atrás el aspecto cualitativo. Las ciudades chilenas no pueden seguir creciendo hacia la periferia, hay que poner un cierto freno. Hay que densificar al interior de la ciudad con construcciones de cuatro a siete pisos como máximo. Es bueno tener más gente cerca, porque la colaboración entrega eficiencias y sinergias: empleos, comercio, servicios, educación y esparcimiento”.
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