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Botulismo: el peligro que esconden las conservas
Un frasco de porotos en mal estado provocó hace poco la muerte de dos personas en Argentina, en EEUU hay 145 casos al año y en Chile el ISP está analizando desde el mes pasado productos farmacéuticos orales en base a miel debido a dos lactantes que se enfermaron.
Jueves 4 de junio de 2015
05 junio
Es usada desde la década de los 80 por sus efectos terapéuticos en personas con problemas neuromusculares y se hizo más conocida aún por sus virtudes en medicina estética, como atenuador de arrugas faciales. Sin embargo, para otras personas es sinónimo de enfermedad e incluso muerte. Es el botulismo, un cuadro provocado por la bacteria Clostridium botulinum, que está habitualmente en el ambiente, específicamente en la tierra. La bacteria libera una toxina que actúa sobre el sistema nervioso humano paralizando los músculos.
Por eso los principales síntomas de la enfermedad son visión doble o borrosa, párpados caídos, dificultad para tragar o debilidad muscular, que si no se trata a tiempo puede causar la muerte por la dificultad para respirar. |
Es lo que le ocurrió a un hombre de 65 años a principios de mayo pasado y a una mujer la semana pasada en la provincia argentina de Entre Ríos. Según determinaron las autoridades sanitarias, ambas personas habían consumido porotos en conserva del mismo fabricante, contaminadas con la toxina, por lo que las partidas del producto fueron rápidamente retiradas del mercado. Un hijo de la mujer se encuentra en estado crítico, conectado a un respirador, con complicaciones infecciosas y daño renal que obligó a someterlo a diálisis.
La bacteria -o sus esporas- puede penetrar en el organismo a través de heridas, pero la mayoría de las veces llega al ser humano mediante alimentos que contienen la toxina, por ejemplo conservas en mal estado (evite consumir productos de tarros abollados) o conservas caseras hechas sin estrictas medidas de higiene. |
En los lactantes puede ocurrir una forma particular de botulismo (botulismo infantil), ligada al consumo de tierra o de miel. De hecho, se recomienda evitar darles miel a las guaguas menores de un año. Se cree que la razón es que a esa edad aún no tienen flora bacteriana protectora en el tubo digestivo.
En Chile el botulismo es una enfermedad de notificación obligatoria. Según un estudio de la Escuela de Medicina de la Pontificia U. Católica de Chile el primer brote documentado en el país ocurrió en 1973, cuando un grupo de monjas comió porotos verdes en una conserva casera. Varias de ellas fallecieron. Desde entonces aparecen algunos pocos casos al año. Las estadísticas del Ministerio de Salud revelan que "de 2004 a 2013 se han enviado 24 muestras de casos sospechosos de botulismo al Instituto de Salud Pública (ISP), de las cuales 7 resultaron positivas a Clostridium botulinum. El mayor número de casos fue en 2005, con dos personas afectadas; luego vino un período sin casos y entre 2011 y 2013 hubo un caso en cada año".
De hecho, en mayo último el ISP informó que prohibió transitoriamente la distribución de miel de bórax de uso infantil (que se hace a partir de miel de abeja), debido a que aparecieron dos casos de botulismo, uno de los cuales está ligado al uso de este producto pediátrico. El Instituto sometió a análisis los productos farmacéuticos orales que contienen miel y reiteró la recomendación a los padres sobre evitar el uso de este producto o cualquiera que contenga miel a los menores de un año.
La acción paralizante de la toxina botulínica sobre los músculos es la que la medicina aprovechó, de manera dosificada, para usarla en condiciones o enfermedades neuromusculares donde se necesita relajarlos. Su primer triunfo fue en casos de estrabismo, para corregir la tensión de los pequeños músculos que gobiernan la posición del globo ocular. Posteriormente empezó a utilizarse en trastornos neuromusculares como la espasticidad o la distonía, y desde hace unos años, para atenuar arrugas faciales. |
No hay que olvidar, sin embargo, que la otra cara de la toxina es mucho menos amable y si no se toman precauciones con los alimentos, con las heridas y con la miel en los niños, el resultado puede ser grave, crítico y muchas veces fatal.