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Educar para transformar
Es sabido que la educación que se realiza en el contexto escolar, privilegia la formación del intelecto y la transmisión de conocimientos, despreciando otras dimensiones igualmente importantes para la formación del ser integral. Esto quiere decir que la mayor parte de lo que se enseña se queda en el nivel de información.
Martes 24 de enero de 2017
Educar no es tarea fácil, sin embargo, dependerá de la situación contextual en que se aborda su significado. En la búsqueda de una fundamentación de los procesos de enseñanza y aprendizaje que suceden al interior de una clase de Educación Física, o de cualquier otra, surge la pregunta: ¿de qué manera podemos alcanzar niveles más significativos en los procesos de enseñanza y aprendizaje?
Junto a lo anterior, nacen otras interrogantes como las siguientes: ¿Qué es lo que queda en la memoria de las personas? ¿Cuándo o de qué manera un conocimiento alcanza el estatus de significativo, relevante o trascendente? ¿Logramos transcender en educación?
Al respecto, reflexiono sobre los conocimientos que serían necesarios para comprender la compleja experiencia de aprender, construyendo relaciones conceptuales entre la teoría y la práctica, entre la experiencia propia y ajena, entre el pensar y re-pensar nuestras prácticas.
Es sabido que la educación que se realiza en el contexto escolar, privilegia la formación del intelecto y la transmisión de conocimientos, despreciando otras dimensiones igualmente importantes para la formación del ser integral. Esto quiere decir que la mayor parte de lo que se enseña se queda en el nivel de información.
Algunos expertos en Educación, tales como Ken Robinson (2011), que ha transcendido con sus propuestas, señala que una de las cosas esperadas en educación es ayudar a las personas a comprender el mundo que les rodea y a desarrollar un sentimiento de identidad cultural, una idea de su lugar en el mundo. Debe ayudarnos a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, a descubrir nuestros talentos, nuestras habilidades. Si llegamos a la vida adulta sin conocer un mínimo de estos aspectos, es una evidencia de que la educación ha fracasado rotundamente.
Al respecto, Paulo Freire (1996) al hablar sobre dicho acto, afirma: (…) enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades para su propia producción o su construcción; a partir de allí, el proceso de enseñanza necesita ser muy bien programado y organizado por el educador, posibilitando al educando, un medio de interactuar y asimilar la información para transformarla en conocimiento.
Es por ello la importancia de repensar nuevas estrategias de aprendizajes en las cuales el estudiante debe ser el centro del proceso formativo. A partir de ello se genera la tan anhelada transformación, reconociendo nuestras virtudes y superando nuestras áreas de mejoramiento. Para ello, necesitamos focalizar nuestro esfuerzo en quien aprende y no sólo en quien enseña.