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Doctor, soy mortal
Un artículo del diario El País de España examina el rol de la medicina en la salud integral de la persona, lo que incluye acompañarle en la inevitable muerte, más que encarnizarse en mantenerla con vida a toda costa. "El objetivo de la enseñanza de la medicina era que aprendiéramos a salvar vidas, no a cómo ocuparnos de su final", recuerda un médico que escribió sobre el tema.
Jueves 11 de junio de 2015
11 junio 2015
La medicina actual ha convertido las vidas cortas y las muertes rápidas del pasado en unas vidas largas y unas muertes lentas en la actualidad...
La frase, planteada por un psicólogo español, resume lo que ha sido uno de los cambios más notables en el concepto de atención médica de las décadas recientes. Con el avance tecnológico, científico y de salud pública, las personas hemos ampliado nuestras expectativas y calidad de vida, pero a la vez la muerte ha ido perdiendo el sentido de naturalidad propia de lo inevitable, para convertirse en un rival a combatir hasta las últimas consecuencias. Y eso tiene como consecuencia que ya no se acoge la posibilidad de morir, sino que se la rechaza y se pone en marcha todo el arsenal médico disponible para sostener los hilos de la vida al máximo. ¿Hasta dónde? "Uno de los efectos del enorme avance científico es que la muerte se ha trasladado a los hospitales. La gente fallece rodeada de máquinas y de profesionales sanitarios a los que no conoce. En 1995, la mayoría de los fallecimientos en Estados Unidos se producían en el domicilio; en los ochenta, solo el 17% de los casos. La tendencia en Europa es similar", dice el artículo.
Y agrega:
"A un campesino viudo que durante su larga existencia ha vivido siempre en un entorno familiar físico y afectivo le sobreviene un derrame cerebral y una ambulancia lo traslada con rapidez a un gran hospital de la ciudad, donde muere solo, en un lugar extraño, en ninguna parte. Hace 50 años, casi con toda seguridad, habría muerto en casa".
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