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¿Por qué algunos niños nacen con tortícolis?
Se le conoce como cuello torcido, una condición que afecta a cerca de 2% de los nacidos en Chile. Tiene mayor prevalencia en hombres que mujeres y puede generar desde dificultades para amamantar hasta retrasos en el desarrollo sensorio motriz del niño.
Viernes 5 de enero de 2018
La tortícolis muscular congénita se caracteriza por la contractura del músculo esternocleidomastoideo, que se ubica en el cuello y que permite mover la cabeza en distintas direcciones. En este caso, el músculo presenta una anomalía, un tamaño más pequeño de lo normal, lo que genera que no pueda moverla. Si no se trata oportunamente, puede generar problemas posturales en el niño o niña a futuro.
Uno de los signos más característicos es la desviación lateral de la cabeza del lactante, es decir, se visualiza inclinada casi rozando la oreja con el hombro. Eso hace que el niño siempre este mirando para el mismo lado y que existan ciertas posiciones que no le acomodan.
Sandra Sanhueza, kinesióloga y directora de la carrera de Kinesiología de la Universidad San Sebastián (USS), explica que esta deformidad del cuello se puede producir por múltiples factores: “por una mala posición in útero que provoca una compresión o isquemia del músculo; también puede ser consecuencia de una masa ovoide fibrosada (nódulo) que se ubica en el tercio inferior del músculo; trauma al momento del parto por uso de fórceps o nacimiento en posición podálica, entre otras”.
La kinesióloga indica que la inclinación permanente de cabeza y cuello en el recién nacido puede traer dificultades en actividades de la vida diaria como son amamantarse, pasar tiempo de guatita, realizar seguimiento visual a objetos o familiares, generar deformaciones craneales, alteraciones posturales y retrasos en el desarrollo sensorio motriz del niño.
Aunque las dificultades se ven graves, si esta asimetría postural comienza a tratarse tempranamente tiene un muy buen pronóstico. “Los resultados serán más rápidos y mejores en la medida que se realice precozmente la intervención. No será lo mismo partir dentro de los tres primeros meses que después del año de vida. Otros factores que también se relacionan con el pronóstico, es el compromiso y adherencia de la familia con el tratamiento, ya que realizar diariamente ejercicios, trabajo posicional y asistir sistemáticamente a las sesiones de terapia, es vital para la recuperación. Así como también la guía de un especialista, en este caso un kinesiólogo y no descontinuar el tratamiento al ver los primeros buenos resultados, porque el seguimiento posterior es fundamental para que los avances logrados se incorporen en el tiempo y no sean sólo temporales”, señala la académica.
El tratamiento, según explica la profesional, variará de acuerdo al grado de compromiso que presente el lactante. “En una primera etapa, se busca construir en el lactante una buena estabilidad posicional con un control postural y balance motor, que le permita realizar actividades de acuerdo a su edad y debe incluir estimulación sensorial sobre todo a nivel visual, auditivo, táctil. Ocasionalmente, se requiere algún tipo de cuello ortopédico para que sea usado algunas horas en el día, sin embargo, actualmente es más usado el kinesiotaping ya que permite mayor movilidad cervical del niño o la niña. Finalmente está un abordaje algo más invasivo, como el uso de toxina botulínica o intervención quirúrgica pero este tipo de tratamiento se da en muy pocos casos y en general están asociados a otra condición patológica”.