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Alumbrado público y sustentabilidad, consideraciones ambientales y de salud
La incorporación excesiva de luz artificial en el medio natural altera en forma significativa los patrones de luz y oscuridad de los ecosistemas generando interrupciones en los flujos de información que impactan a nivel de estructura y función de estos.
Miércoles 22 de mayo de 2019
La iluminación artificial de los espacios públicos ha experimentado un importante desarrollo en los últimos cinco años gracias a la incorporación de nuevas tecnologías de iluminación como los diodos emisores de luz o comúnmente llamados LED. Actualmente los municipios realizan un proceso de recambio de luminarias en espacios de uso público pasando de las convencionales a luminarias LED, teniendo como criterios principales el factor económico y de seguridad. Pero, ¿existen otras consideraciones a tener en cuenta en estos procesos?
Entre las ambientales y de salud que supone un cambio de tecnología en iluminación, estarían, por ejemplo, conocer el tipo y la cantidad de luz emitida por estas nuevas fuentes; conocer si la luz presenta algún tipo de interacción con otros factores ambientales que pudiesen incrementar los potenciales efectos e incluso conocer la composición de estas luminarias para orientar la gestión de los materiales una vez que su vida útil termine.
La incorporación excesiva de luz artificial en el medio natural altera en forma significativa los patrones de luz y oscuridad de los ecosistemas generando interrupciones en los flujos de información que impactan a nivel de estructura y función de estos. La interrupción de estos patrones, debido a la incorporación de flujos de luz artificial en diferentes intensidades, horarios y componente espectral, es lo que se conoce como contaminación lumínica. Ésta ha experimentado un sostenido crecimiento, con tasas del 6% por año entre 1960 y 2010, dado por el aumento de los núcleos urbanos, desarrollo industrial y la incorporación de nuevas tecnologías de iluminación.
En la actualidad cerca del 80% de la población mundial se encuentra expuesta a la contaminación lumínica y un 40% en el caso de Chile. Este incremento en la contaminación lumínica no solo viene dado por la irrupción tecnológica de las luminarias LED, sino que también por la interacción de la luz con partículas contaminantes presentes en la atmósfera sobre muchas ciudades, lo que puede llegar a duplicar la dispersión de los flujos luminosos contaminantes.
Respecto de los daños sobre la salud humana, el principal impacto es la alteración de los ritmos biológicos producto de la supresión de la melatonina, hormona encargada de la regulación de estos ciclos. Si bien la supresión de esta hormona se produce con la sola presencia de luz, esta supresión es más intensa bajo la exposición a una luz con un fuerte componente en el azul del espectro (entre las longitudes de onda 465 y 480 nm o una temperatura de color superior a los 4000° Kelvin), como es el caso de la luz generada por los LED.
Lo anterior ha llevado a varios países de la Comunidad Europea a condicionar su uso en espacios públicos como avenidas y plazas, para lo cual deben cumplir con estrictas normas como la IEC 62471 referida a seguridad fotobiológica de lámparas. Se suma a esto el reciente informe de la Asociación Médica Americana que entrega antecedentes sobre los daños a la salud de las personas y al medioambiente producto de la incorporación de luz blanca azulada proveniente de este tipo de luminarias. La esperanza está dada en el rápido desarrollo de las tecnologías de iluminación. Pero, sin duda, la consideración de estas variables ambientales y de salud es parte de los desafíos para las autoridades comunales y regionales.
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