- Usted está en:
- Portada / Columnas de Opinión / Carolina Pérez
Muerte perinatal y neonatal
Las consecuencias de un proceso de duelo perinatal pueden ser catastróficas en los miembros de la familia, generándose cuadros depresivos en un 30% de los casos, los que pueden generar a su vez graves disfunciones conyugales y parento filiales, así como afectar el desarrollo de la planificación familiar y del funcionamiento académico, laboral y social.
Martes 9 de agosto de 2016
La maternidad y paternidad es el mayor vínculo emocional humano y la ruptura de este vínculo, aunque se genere en etapas precoces del embarazo, significa una pérdida irrecuperable en el mundo emocional de los padres y de las familias, condición que es necesario abordar para guiar de forma adecuada.
La muerte del feto in útero, no es públicamente reconocida ni socialmente expresada, no hay inscripción, no hay rituales fúnebres, no quedan objetos concretos que puedan avalar su existencia, son vividos en silencio y permanecen como un trauma escondido que menoscaba la salud de la familia.
Si buscamos en el diccionario la palabra “Duelo” encontraremos esta definición: “dolor, lástima, aflicción o sentimiento” o más ampliamente como: “demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien”. Desde la Psicología, se considera una reacción emocional normal que experimenta una persona tras la pérdida de un ser querido o de un objeto significativo.
Las consecuencias de un proceso de duelo perinatal pueden ser catastróficas en los miembros de la familia, generándose cuadros depresivos en un 30% de los casos, los que pueden generar a su vez graves disfunciones conyugales y parento filiales, así como afectar el desarrollo de la planificación familiar y del funcionamiento académico, laboral y social.
En muchas ocasiones al abordar a padres que están pasando por el duelo o tener en casa a un neonato con mínimas expectativas de vida, el sentido común, las experiencias personales, la moral y ética, orientan claramente en el hecho que todo ser humano que sufre una pérdida, además de recibir atención médica de la más alta calidad, debe ser tratado con la máxima dignidad posible, es decir con respeto, afecto, valor por su autonomía, justicia y solidaridad. Se debe cautelar su integridad física y mental, así como su dignidad, con confidencialidad, cordialidad y calidad humana.
Si bien es cierto, el desarrollo de la tecnología en salud ha permitido disminuir drásticamente la mortalidad materno infantil en el último siglo, aún persisten diversas condiciones de incompatibilidad con la vida fetal que son difícilmente abordadas y que su fin lamentablemente es la muerte perinatal, ámbito propio de la Matronería, lidiar con las situaciones mencionadas como profesionales de la salud.
Sin embargo no todos los fallecimientos se presentan durante la gestación y existe un subgrupo de neonatos que logran vivir por algunas horas e incluso semanas, siendo muchas veces estos padres junto con sus hijos dejados a la deriva; es por este motivo que es importante destacar que uno de los fines de la medicina es ayudar al buen morir, en el sentido de alivio del sufrimiento y de favorecer una muerte en paz, es decir, libre de dolor para el niño/a y de sufrimiento psicológico para la familia, conforme a las buenas prácticas desde el punto de vista clínico, ético y cultural.