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Bullying: el acoso que crece en el lugar de estudio
Se instaló como fenómeno global y pese a que se han adoptado distintas medidas como normas y protocolos de convivencia escolar, el bullying y ciberbullying siguen en aumento. Además, los acosadores han adoptado códigos y otras formas para continuar con estas acciones de maltrato y violencia psicológica.
Viernes 16 de agosto de 2019
Según los resultados de la IX Encuesta Nacional de la Juventud del INJUV, uno de cada cuatro jóvenes dice que ha sido víctima de violencia psicológica o física en sus lugares de estudio. Asimismo, uno de cada cinco estudiantes ha sido objeto de acoso cibernético.
Daniela Muñoz Iubini, psicóloga y académica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad San Sebastián, dice que como fenómeno global las situaciones de acoso han ido en aumento y “desde hace algunos años empezamos a catalogarlo como bullying y ciberbullying. Este tipo de acoso genera un impacto en el funcionamiento de la persona y tiende a presentarse en lugares de estudio, debido a que son espacios donde se conglomeran y socializan los niños y jóvenes en períodos de formación”.
La académica explica que “en el caso del bullying, que es una forma de acoso tradicional, lo que sucede es que un estudiante o un grupo de ellos genera esta conducta o situación en contra de una víctima o varias víctimas mientras están en contacto. Por otra parte, con el ciberbullying, el acoso es de manera más permanente porque sale publicado en una red social, está a la vista de miles de personas y en forma simultánea. De esa manera el impacto es mayor y el victimario y la víctima no necesariamente tienen que estar en contacto”.
En ese sentido, Muñoz enfatiza que “un estudiante puede estar siendo acosado 24 horas al día, independiente de que vaya o no al colegio y eso también explica por qué las consecuencias de este tipo de bullying son mayores en los trastornos del ánimo, en la salud mental, en el funcionamiento diario y la autoestima”.
Señales y riesgos
La docente indica que para percatarnos de lo que está sucediendo, debemos ser capaces de detectar un cambio en el comportamiento no sólo en el colegio sino también que, en la casa, con la familia y en la interacción social de un niño o joven en su rol de estudiante, hijo, primo, amigo, etc.
A su juicio hay señales que son reveladoras sobre quien está siendo víctima de bullying tales como “una autoestima baja, un relato de la propia persona asociado a lo negativo, cambios en la actividad social al dejar de realizar actividades sociales que antes disfrutaba, el retraimiento, menos ganas de querer conversar con los padres sobre lo que está sucediendo, de querer juntarme con sus amigos y la disminución del rendimiento escolar”.
Lo más dramático es el riesgo de que alguien piense que puede quitarse la vida, a partir de esta situación de acoso o bullying. La psicóloga precisa que la persona “primero empieza a vivenciar que todo lo que está sucediendo alrededor suyo es negativo y entra en un estado de depresión y ahí se van generando pensamientos suicidas”.
Códigos y concientización sobre bullying
La docente señala que cuando pensamos en el ciberbullying, “la víctima está en su celular o en un computador y el control o jurisdicción para controlar el acoso se nos escapa. Además, hay un victimario que tiene la posibilidad de ser anónimo con su comentario y es difícil detectarlo.
Pese a que existen normas convivencia escolar y protocolos para enfrentar estas situaciones, los acosadores crean o utilizan ciertos códigos para mantener estas conductas.
“Se generan códigos para expresar situaciones y no solamente en los niños y jóvenes, sino que también entre los adultos, cuando no pueden decir algo de manera evidente. No se da sólo por el bullying porque es una situación social, pero en los casos particulares de acoso se está usando para hacer daño al otro sin verme afectado por las consecuencias de esa conducta”, explica la académica.
Por eso, señala que “el trabajo que se debe realizar debe estar enfocado en concientizar sobre el impacto que estas acciones producen en la persona que recibe el acoso y no en el castigo que se puede recibir al generar el acoso. En la mayoría de los casos el victimario no dimensiona el impacto que tienen sus acciones en otros”.
En ese sentido, Daniela Muñoz puntualiza que “cuando se intenta modificar un comportamiento en base a un castigo, lo que se está generando es que el o los victimarios se enfoquen en evitar la sanción y no en dejar la acción dañina contra otra persona”.
Bajo esa mirada, la docente recalca que es necesario involucrar en la prevención o solución del problema a todas los niños o jóvenes vinculados y no sólo al victimario o responsable del acoso “ya que tengo enseñarles a todos los que fueron cómplices que el no decir basta, también me hace parte del delito y que estoy acosando a mi compañero de colegio de manera directa o indirecta”.