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COVID-19: la compleja recuperación de los sobrevivientes a la ventilación mecánica
La enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 no se acaba luego de que los pacientes salen de la ventilación mecánica. Una vez que dejan la UCI comienza un proceso de recuperación complejo, con secuelas en diferentes partes del organismo, que requieren la asistencia kinésica y fonoaudiológica, entre otras.
Lunes 14 de junio de 2021
Es viernes 4 de junio. El kinesiólogo Mario Lagos recorre de un lado para otro las salas con pacientes COVID-19 en la unidad de medicina del Hospital Barros Luco, recinto en el que previo a la pandemia contaba con 21 camas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y ahora son 110. Lo consiguieron reconvirtiendo otras dependencias del establecimiento para responder a la demanda en el manejo de la crisis sanitaria.
Mario parte su jornada priorizando la atención de quienes requieren intervención respiratoria, ya sean pacientes COVID-19 o con otras patologías, compatibilizando esto con su labor de docente clínico y el trabajo de rehabilitación de quienes la requieren en su servicio, situación compleja porque cada vez son más las personas que necesitan apoyo respiratorio.
“Con tantos casos de pacientes hospitalizados por coronavirus, quedan menos camas para atender otras patologías”, dice Mario, sin disimular la frustración y el cansancio de semanas agotadoras, en la que nuevamente los casos diarios de COVID-19 oscilan entre los siete a ocho mil, de acuerdo con los reportes que realiza el Ministerio de Salud.
Cuando un paciente -no sólo positivo al SARS-CoV-2-, ingresa a ventilación mecánica invasiva para sobrevivir, se enfrenta al riesgo de estancia prolongada en la UCI, lo que implica importantes secuelas que afectan varias funciones del organismo, por ejemplo: disfunción del sistema nervioso central, daño neurológico, pérdida de masa muscular, entre otros.
“Desde el punto de vista neuromuscular, se puede presentar lo que se denomina debilidad adquirida en UCI, dada por la limitación en la movilidad del paciente en ventilación mecánica con COVID-19, que en la mayoría de los casos deben ser mantenidos en posición prono, estando boca abajo por periodos de tiempo prolongados, varios días en muchas ocasiones, para poder sobrevivir a la patología y empezar a recuperarse”, explica el kinesiólogo.
Otro detalle que menciona el profesional, académico de la Carrera de Kinesiología de la Universidad San Sebastián (USS) es que no todos los pacientes están en un peso ideal, siendo otro factor de riesgo que se suma a la lista: “Pese a los cuidados al posicionar en prono a los pacientes en ventilación mecánica, pueden producirse lesiones y disfunciones asociadas, sobre todo si además presentan co-morbilidades, como por ejemplo la obesidad”.
Despertar después de estar intubado
A 11 kilómetros al norte del Barros Luco, Camila Salas es parte del equipo de fonoaudiólogos de la Unidad de Paciente Crítico del Hospital Félix Bulnes. Ella también ha vivido la complejidad de la recuperación de sus pacientes. Desde su experiencia, un porcentaje importante de la rehabilitación depende del paciente y todos los antecedentes que puedan favorecerlo, desde la edad hasta el tiempo que pasó intubado. Pero otro factor que influye es la experiencia de los profesionales al interior de las unidades donde -en su caso- su rol parte cuando los pacientes despiertan al final de la intubación, para así evaluar las proyecciones sobre cómo va a ser la extubación de dicha persona, aunque Camila recalca que “no es algo que va a ser de libro”.
Entre las secuelas con las que debe lidiar un sobreviviente de COVID-19, lo más complejo es volver a caminar, debido a las lesiones provocadas al estar tanto tiempo acostado. Ello deriva en polineuropatías. A eso se suman dolores neuropáticos que se mantienen por mucho tiempo, incluso hasta seis meses después del contagio.
En su área, las secuelas que más persisten están ligadas a disfonía en alguna de las cuerdas vocales y disfagia (dificultad de tragar). “El tubo de la ventilación va desde la boca hasta la tráquea, alterando la función de la laringe. Eso hace que los pacientes después tengan trastornos de voz y de deglución”, detalla la profesional, indicando que muchos de estos problemas afectan la autonomía del paciente.
Un factor que recién se podrá analizar cuando disminuya la presión de la pandemia es que muchos de los pacientes que están con el apoyo de la ventilación mecánica se complejiza su rehabilitación, producto de que al lograr las condiciones mínimas para el alta, rápidamente son enviados a sus hogares, pensando en ocupar ese cupo de cama para pacientes en situación más grave.
Camila Salas, al igual que Mario Lagos, realiza turnos diurnos en sus unidades, permitiendo hacer seguimiento a sus pacientes, lo que se traduce en un mejor rendimiento para lograr mayores avances. “Esa posibilidad nos ha permitido establecernos en la unidad y que se tome mucho en cuenta el punto de vista del fonoaudiólogo a la hora de poder rehabilitar al paciente”, asegura la profesional, manifestando que los efectos de estar presentes les ha permitido bajar el tiempo de rehabilitación de pacientes COVID-19 en la Unidad de paciente crítico de dos meses a tres semanas, aproximadamente.
Si bien el cansancio es algo común entre todos los que forman la red asistencial tras más de un año en la misma situación, ese tiempo se ha vuelto una experiencia única. “Todos ya sabemos qué esperar; sabemos cuánto pedirle al paciente, y nos ha funcionado bien”, destaca Camila, quien ve la importancia de tener un trabajo multidisciplinario, en el cual todos los estamentos conozcan el momento preciso para poder sacar un paciente de ventilación mecánica.
Recuperación en casa
Teniendo en cuenta que, por temas asistenciales, muchos de los pacientes no permanecen mucho tiempo hospitalizados en su rehabilitación, las unidades de atención y hospitalización domiciliaria son vitales para seguir acompañando a las personas que salieron de las unidades críticas.
Isidora Guzmán, estudiante de la carrera de Kinesiología de la USS, acaba de finalizar su internado en hospitalización domiciliaria en la comuna de El Bosque, en la Región Metropolitana. Durante las últimas semanas, salía cada mañana desde Vitacura para vivir jornadas que se extendían por 12 horas, muy intensas.
Cada día, Isidora partía junto a médicos, kinesiólogos, enfermeras y TENS a visitar a los pacientes de la comuna sur de Santiago, donde la mayoría de los enfermos se encontraban “estables”, por lo que el objetivo era mantenerlos en un mejor estado para prevenir que regresen a los hospitales, junto con ayudar en su recuperación.
Isidora cuenta que “hay pacientes que estuvieron hospitalizados en ventilación mecánica, y llegan tras el alta a seguir el tratamiento con nosotros. En esos casos, cuando estuvieron en la UCI, son los que más secuelas presentan, ya sea en el ámbito neurológico con presencia de polineuropatías, cardiorespiratorio donde presentan problemas cardíacos y/o músculo esquelético con pérdida de masa muscular”, entre otros.
Los problemas que más se repitieron durante su estadía en El Bosque fueron la insuficiencia respiratoria aguda, esto mismo genera la necesidad de que los pacientes requieran aporte de oxígeno e incluso lleguen a ventilación mecánica. La consecuencia inmediata de ello es que no pueden realizar actividades de la vida cotidiana sin tener un grado de cansancio.
“Uno tiene que ayudar a readaptarlos para que puedan realizar sus actividades de forma progresiva, ya que la mayoría de los pacientes -incluso aquellos que no necesitan oxígeno- presentan esta dificultad respiratoria”, dice Isidora.
Incluso, como consecuencia directa de pasar un período con ventilación mecánica impide a muchos poder realizar cosas básicas como ir al baño solos, o que incluso se lleguen a ahogar con la aspiración del vapor de la ducha. Pese a tener la disposición de querer ayudar a que los pacientes retomen una mejor calidad de vida, la ex interna explica que la hospitalización domiciliaria, al ser parte de la atención primaria, cuentan con limitados recursos o disponibilidad para hacer más visitas a cada paciente. Cuenta que en un día normal, el equipo que integraba podía visitar hasta 14 personas, una cifra alta, considerando también el apoyo de oxígeno que llevaban para poder facilitar la recuperación.
“Hay que arreglárselas con lo que uno tiene. Todo el equipo pone su máximo esfuerzo. Hay fármacos que no se tienen y uno se ve limitado”, recalca Isidora.
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