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Falange, gremialismo, Frente Amplio. Movimientos generacionales en Chile
El Frente Amplio tiene su origen –entre otros factores– en movimientos estudiantiles exitosos, cuyas victorias se han transformado años después en triunfos políticos y al que las movilizaciones sociales han abierto espacio para luchar por el poder.
Domingo 25 de julio de 2021
La victoria de Gabriel Boric en las primarias de la izquierda significó un ajuste muy potente en el escenario político nacional, lo que ha llevado a muchos periodistas y analistas a intentar explicar el fenómeno detrás de una candidatura que hace solo unas semanas no aparecía con posibilidades reales de éxito. Hoy, por el contrario, es una de las dos figuras con más opciones de asumir la Presidencia de la República a partir del 11 de marzo de 2022.
De inmediato ha surgido interés por conocer mejor al candidato Boric, y aparecen en la prensa y las redes sociales aspectos de su biografía: mientras algunos destacan su liderazgo, visión de país y esperanzas de cambio, otros prefieren concentrarse en sus defectos, errores pasados y su tolerancia o apoyo hacia la violencia política. Sin embargo, creo que no se puede abordar seriamente el caso Boric sin comprenderlo como parte de un proyecto generacional, con un éxito relativo hasta ahora y sin duda con una proyección que le permitirá eventualmente ser la fuerza política más determinante en el Chile de las próximas décadas.
Los movimientos generacionales tienen al menos dos caras. La primera está marcada por el fin de una época, por el quiebre cultural o político del tiempo que, por distintas circunstancias, llega a su fin. La segunda es el surgimiento de un conjunto de personas, un grupo –movimiento, partido o corriente de pensamiento– que se coordina, organiza y tiene impacto, definiendo en alguna medida el futuro que vendrá.
José Ortega y Gasset, en El tema de nuestro tiempo (incluido en el Tomo III de sus Obras Completas, Barcelona, Taurus, 2017 [Primera edición, 1923]), reflexiona sobre los cambios de época y de pensamiento, que en ocasiones se expresa en “una actitud beligerante ante el pasado inmediato”, contradicción en la cual emergen dos grupos: “de un lado, la gran masa mayoritaria de los que insisten en la ideología establecida; de otro, una escasa minoría de corazones de vanguardia de almas alerta, que vislumbran a lo lejos zonas de piel aún intacta”, minoría que “vive condenada a no ser bien entendida”. En otro plano, el filósofo español define que “las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en la historia se presentan bajo la forma de una generación”, que no son ni hombres egregios ni la masa, sino “un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre”. Aunque parece exagerar cuando sostiene que la generación “es el concepto más importante de la historia”, sin duda el pensador contribuye a interpretar el cambio histórico y sus proyecciones.
Recambio generacional
Si tuviéramos que distinguir algunos movimientos generacionales relevantes y decisivos en el Chile del siglo XX, me parece que hay dos que destacan especialmente: la Falange Nacional y el Movimiento Gremial de la Universidad Católica de Chile. Por cierto que también hay otros grupos y figuras valiosas, jóvenes destacados de distintas tendencias políticas y culturales, partidos que no nacieron solo de una generación sino que combinaron diferentes experiencias e historias. Pero no cabe duda que pocos grupos lograron ser a la vez un movimiento juvenil relevante y posteriormente un grupo político destacado, con influencia en la vida nacional. Creo que a esos dos núcleos históricos relevantes –la Falange Nacional y el gremialismo– se puede sumar actualmente el Frente Amplio (si bien en este caso está pendiente confirmar cuál será su real importancia en la vida nacional). Esto no excluye que haya otros proyectos potentes, pero que no hayan logrado triunfar como generación, por diferentes razones. Así fue el caso del MAPU, que fue segado por el 11 de septiembre, pero cuando ya había alcanzado a mostrar una gran capacidad intelectual y política, y que influyó poderosamente en la renovada democracia chilena post 1990; el MIR, que sufrió el mismo problema, pero sobre todo no logró hacer realidad la revolución armada, que era su misión histórica; los jóvenes rebeldes de la FECH y revista Claridad en los años 20, así como otros tantos que bien merecerían estudios especiales.
El Frente Amplio tiene todas las características para marchar en la misma dirección, aunque esté en pleno desarrollo y el resultado final sea abierto.
La Falange Nacional nació en 1935 como Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora y solo tres años después adquirió plena autonomía, cuando se separó del tronco inicial y comenzó una vida política por su cuenta y riesgo, como grupo pequeño pero con un sentido histórico profundo y una vocación de mayoría que contrastaba con los escuálidos resultados que obtuvo durante sus primeras dos décadas de vida. En la década de 1930, como asegura Mario Góngora, Chile rompió definitivamente no solo con la década precedente, sino con el siglo XIX: pasaron a ser otros los problemas, las fuentes de pensamiento y los puntos de referencia, nacionales y mundiales (en Mario Góngora, “Libertad política y concepto económico de gobierno en Chile hacia 1915-1935”, Historia, N° 20, Santiago, 1985). Así se lo manifestaba Eduardo Frei Montalva –uno de los grandes líderes falangistas– a Jacques Maritain, en una carta en 1940: “Se ha producido en Chile un fenómeno universal: un divorcio profundo entre nuestra generación y la antigua” (incluida en su libro Memorias, 1911-1934, Santiago, Planeta/Fundación Eduardo Frei, 1989). Además de Frei, en la Falange había muchas otras figuras talentosas, brillantes, decididas y con gran pasión cultural, como Bernardo Leighton, Manuel Antonio Garretón Walker, Ignacio Palma Vicuña, Radomiro Tomic e incluso Mario Góngora durante algún tiempo; a ellos se sumarían Alejandro Silva Bascuñán, Renán Fuentealba y Patricio Aylwin, entre muchos otros, en una historia apasionante y con contradicciones, que aparece narrada por María Teresa Covarrubias en 1938. La rebelión de los jóvenes (Santiago, Editorial Aconcagua, 1987). En 1957 darían vida al Partido Demócrata Cristiano, por décadas el más importante y mayoritario de Chile (esto último entre 1963 y 2001).
Precisamente cuando gobernaba Frei Montalva y su “Revolución en Libertad”, surgió el Movimiento Gremial de la Universidad Católica, liderado por el estudiante de Derecho Jaime Guzmán Errázuriz, una de las figuras más influyentes del último medio siglo en Chile. Joven brillante y de convicciones firmes, destacaba también por su fortaleza y capacidad para desafiar las dificultades que enfrentaban sus ideas, un tiempo histórico adverso, graficado claramente con la toma de la Universidad Católica (11 de agosto de 1967) y la vorágine de una Reforma Universitaria que estimaba mal encausada. Por lo mismo, consideraba que “era menester enfrentar resueltamente, con toda la fuerza interior que da no sólo la solidez de principios sino su indispensable agregado de la fe en un ideal opuesto a la utopía revolucionaria, levantado con igual o mayor voluntad de lucha”, explicaría años más tarde en “Universidad y Gremialismo”, que forma parte de sus Escritos personales (Santiago, Editorial Zig Zag, 1993). Correspondió al propio Guzmán cosechar la primera derrota, precisamente en las elecciones de FEUC a fines de 1967, pero dejó sentadas las bases para la victoria del año siguiente, del dirigente y alumno de ingeniería comercial Ernesto Illanes: fue la primera de cinco consecutivas, que continuarían Hernán Larraín F., Tomás Irarrazábal, Atilio Caorsi y Javier Leturia. Otro gremialista contemporáneo a Guzmán fue Jovino Novoa, y más tarde vendrían figuras como Arturo Fontaine, Cristián Larroulet, Juan Antonio Coloma y Andrés Chadwick, muchos de los cuales darían vida a la Unión Demócrata Independiente en 1983. En 2001 la UDI pasó a ser el partido mayoritario de Chile, superando precisamente a la DC.
De las universidades al Congreso
El Frente Amplio tiene todas las características para marchar en la misma dirección, aunque esté en pleno desarrollo y el resultado final sea abierto. Por otra parte, emerge cuando tanto la DC como la UDI experimentaban una fase de declive, en tanto otros grupos no han sido capaces de generar fuerzas juveniles con la calidad y cantidad que lo han hecho los frenteamplistas. El proyecto político tiene su origen –entre otros factores– en movimientos estudiantiles exitosos, como han sido la Nueva Acción Universitaria (NAU) de la Universidad Católica, con destacados líderes como Miguel Crispi, Giorgio Jackson (ambos hoy diputados), Noam Titelman y Sofía Barahona. Algo similar ha ocurrido con la dirigencia de la FECH, donde han destacado algunos dirigentes de la Izquierda Autónoma, como el propio Boric y Camila Rojas (hoy diputada). A ellos se pueden sumar algunas figuras recién elegidas para gobernar en diferentes comunas: Tomás Vodanovic en Maipú, Macarena Ripamonti en Viña del Mar y Emilia Ríos en Ñuñoa. También tiene personas talentosas, creativas y que fueron parte del movimiento secundario (Pablo Paredes). En otras palabras, las victorias en el movimiento estudiantil se han transformado años después en triunfos políticos y las movilizaciones sociales han abierto espacio para luchar por el poder. En este ámbito el Frente Amplio ha desplazado rápidamente a dos izquierdas tradicionales: el Partido Socialista –parte de la Concertación durante décadas– y el Partido Comunista, que integró la Nueva Mayoría. El mismo Boric ha sido un puntal en esta tarea de sobrepasar doblemente al PC, al derrotar a Camila Vallejo por la presidencia de la FECH a fines del 2011 y al superar a Daniel Jadue en las primarias el pasado 18 de julio de 2021.
En una ocasión, Eduardo Frei Montalva recordaba claramente el sentido de su proyecto político, en su brillante discurso “Perspectivas y riesgos en la construcción de una nueva sociedad” (Universidad Católica de Chile, 30 de marzo de 1970): “mi generación supo que nuestra sociedad chilena podía y debía ser transformada de tal modo que sus deformidades e injusticias dieran paso a nuevas posibilidades de mejorar la vida de todos los chilenos, hasta hacerla digna de ser vivida”. Similar orgullo reflejaba Jaime Guzmán en su discurso al cumplirse los 20 años del Movimiento Gremial: “Somos un movimiento generacional que ya ha dejado su impronta en la historia de Chile, y que hoy renueva su voluntad de seguir profundizándola”. ¿Qué dijo Gabriel Boric al triunfar en las primarias de la izquierda? “No le tengan miedo a la juventud para cambiar este país, porque también bebemos de la experiencia de los que lucharon antes que nosotros, aprendemos de sus errores y de sus aciertos y con la conciencia histórica de que somos herederos de una posta más larga que nuestras experiencias vitales”. Es decir, se trata de un movimiento generacional, pero que hunde sus raíces en la historia y que tiene todo un camino por delante. Sin duda, un testimonio claro y consistente, para sus partidarios y sus detractores.
Los problemas que ha sufrido el Frente Amplio son de otra naturaleza, con divisiones internas, errores grandes y pequeños, extremismos y torpezas.
Por cierto, cada una de estas agrupaciones comenzó con grupos pequeños, que debieron crecer en sus liderazgos, en el trabajo con profesionales, en las poblaciones y en los territorios, según sus respectivos desafíos y tiempos. En alguna medida, responden a la lógica de la formación e impacto de las elites que ha estudiado Cristián Gazmuri, pero cuya influencia política solo es relevante en la medida que logran superar el estrecho margen del grupo reducido de “fundadores”. Las ideas, el estilo, las derrotas y victorias conducen a estos movimientos a adquirir un cierto mesianismo generacional, con una seguridad aplastante en el propio proyecto y liderazgos, aunque en ocasiones se presente abierta a un crecimiento político que implica perder nitidez y coherencia. En la práctica histórica los grupos pasan desde el momento revolucionario o de la pureza fundacional a la administración dentro del sistema vigente, a la competencia electoral, los acuerdos formales y las transacciones propias de la política real, burocrática y ciertamente menos épica. Así lo ilustra la historia de la Falange y del gremialismo, de la Democracia Cristiana y de la UDI, que experimentaron el vacío de los años de derrotas y presencia minoritaria hasta los triunfos electorales y los claroscuros del poder.
Por el contrario, los problemas que ha sufrido el Frente Amplio son de otra naturaleza, con divisiones internas, errores grandes y pequeños, extremismos y torpezas. Ahora tiene una tarea más importante, que no significa como muchos creen lograr una victoria en la elección presidencial de noviembre próximo, cuestión ciertamente viable, aunque todavía no definida, porque se trata de una carrera en curso y de resultado abierto. En cada elección hay un ganador, por lo cual no radica ahí el problema de fondo: la cuestión principal está en ganar y luego hacer un buen gobierno, obtener la victoria y poder realizar el programa presidencial, llegar a La Moneda y construir mayorías políticas y sociales. Esto sí es realmente difícil y ahí radican parte de los problemas principales de la política chilena a través de su historia. En La Moneda se acaban las promesas y los programas y comienza la cruda realidad del poder: ahí desaparecen las revoluciones en libertad, las vías chilenas al socialismo, el crecimiento con igualdad y los tiempos mejores. No basta entonces la promesa revolucionaria, si no se transforma en un cambio efectivo y perdurable. El gobierno es la realidad y las generaciones se vuelven poder, con ello burocracia y otras cosas más, lo cual las lleva a que sean desafiadas por nuevas generaciones ansiosas de cambios y victorias. Es la dinámica del tiempo histórico.
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