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La inmigración en Chile: un campo de batalla
Hay que estar alertas ante mecanismos psicológicos de cierta automaticidad, precisamente para evitar estereotipos, prejuicios y discriminaciones infundadas, y para educar por contrapartida procesos reflexivos en nuestros hijos e hijas.
Viernes 29 de septiembre de 2017
El pasado fin de semana, en una conversación familiar, recordaba cómo hace algunas décadas era casi un acontecimiento encontrarse con una persona afroamericana caminando por las calles , las más de las veces algún basquetbolista de la extinta DIMAYOR. Por cierto, en esos años, me giraba a observarlos con la curiosidad propia de la niñez.
Pero las cosas han cambiado. Según un informe de la CEPAL y la OIT de este año, Chile ha sido el país en que proporcionalmente más creció la inmigración en Latinoamérica durante 2010-2015. En ese contexto, ya a principios de la década pasada, Hein y Stefoni advirtieron que mientras antes predominaba un perfil europeo, en los últimos años la proporción mayoritaria de migrantes fue de origen latinoamericano.
A su vez, mientras hasta hace poco la población migrante se concentró de preferencia en algunas comunas de Santiago y del norte de Chile, súbitamente hemos empezado a ver extranjeros en zonas urbanas y rurales de otras regiones, proceso que no ha estado exento de cuotas de estigmatización.
En efecto, especialmente en los meses recientes, hemos sido testigos de la agudización de los prejuicios y la discriminación, situación que se ha transformado en un campo de batalla al que ciertos políticos se han sentido tentados a entrar, en ocasiones más motivados por redituar votos que debido a una preocupación genuina por los desafíos que este nuevo escenario representa.
¿Qué nos dice la Psicología sobre estos fenómenos? Dos influyentes investigadores, Tajfel y Turner, sostienen que un mecanismo psicológico –la categorización social– acentúa la percepción de similitudes entre miembros de un mismo grupo y subraya las diferencias respecto de miembros de otros grupos. Se genera a la vez un proceso de homogenización o construcción de estereotipos, consistente en que las personas perciben que quienes pertenecen a un cierto grupo “son todos iguales”.
Además, asumiendo que las personas prefieren verse a sí mismas más positiva que negativamente y que parte del autoconcepto deriva de los grupos sociales a los cuales se cree pertenecer, las personas percibirán a los “propios” grupos bajo una luz más favorable en relación a otros, proceso conocido como favoritismo endogrupal.
Lo anterior permite comprender, en parte, las reacciones que se han suscitado producto de los procesos migratorios que estamos experimentando. Hay, por cierto, que estar alertas ante mecanismos psicológicos de cierta automaticidad, precisamente para evitar estereotipos, prejuicios y discriminaciones infundadas, y para educar por contrapartida procesos reflexivos en nuestros hijos e hijas.
Es importante también que nuestras autoridades se asesoren sobre la literatura científica disponible para avanzar en beneficio de nuestra sociedad y colaborar de la mejor manera posible en que todos participemos de esta nueva vida en común que nos desafía.