Algo más de Ishiguro y las familias chilenas

Nuestro país –qué duda cabe– está experimentando cambios culturales que necesariamente requieren educar a las nuevas generaciones en la capacidad de escuchar, de comprender la perspectiva de otros, especialmente de quienes piensan distinto.

Miércoles 11 de abril de 2018

Algo más de Ishiguro y las familias chilenas
escrito por

Horacio Salgado, director de psicología, Universidad San Sebastián sede Concepción

Durante las pasadas elecciones presidenciales y a propósito del discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura por parte de Kazuo Ishiguro, comenté cómo los escenarios electorales proporcionan a las familias la oportunidad de recuperar la política como proceso deliberativo en torno al bien común, siendo periodos para educar a niñas y niños en la conversación racional, en la aceptación genuina de las diferencias, en la búsqueda activa de acuerdos, en la comprensión del papel que cada persona puede jugar en la sociedad, en la función y alcance del Estado, en la relevancia de las políticas públicas.

Nuestro país –qué duda cabe– está experimentando cambios culturales que necesariamente requieren educar a las nuevas generaciones en la capacidad de escuchar, de comprender la perspectiva de otros, especialmente de quienes piensan distinto, con respeto, sin caer en estereotipos o prejuicios automáticos.

Lo anterior entraña una dificultad sustancial: que nosotros mismos –los adultos– realicemos esfuerzos por conseguir que “saber escuchar” sea más que un eslogan de buenas intenciones. Es fácil escuchar y comprender a quienes piensan como uno; el desafío es lograrlo con quienes piensan diferente, lo que requiere una madurez y entereza especial.

La psicología ha evidenciado, por cierto, mecanismos automáticos como las actitudes implícitas, las que pueden manifestarse a pesar de que las actitudes explícitas vayan en otra dirección. Así, por más que alguien pueda expresar actitudes favorables o de tolerancia a miembros de algún grupo distinto, las actitudes implícitas podrían conducir sus conductas hacia formas sutiles de discriminación, por ejemplo.

Quienes piensan distinto política, religiosa, étnicamente, entre otros, podrían ser afectados a raíz de estos mecanismos psicológicos subyacentes en los integrantes de una sociedad. Es urgente conocer, entonces, estos procesos pues es una forma de fortalecer el delicado barniz cultural que permite nuestra convivencia social.

Ishiguro sostiene en su discurso que lo central de las ficciones literarias es “que apelan a lo que compartimos como seres humanos por encima de fronteras o separaciones”. Yo diría que lo esencial de las ficciones es asimismo esencial para la realidad y que las perspectivas novedosas o los dilemas inesperados que nos presenta quien piensa distinto pueden ser puntos de inflexión que nos permiten madurar y comprender de mejor forma nuestro mundo.

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