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Universidades chilenas: la reserva intelectual y ética
Me atrevo a definirlas como la reserva ética e intelectual de la sociedad chilena sobre la que tienen influencia y a ellas se les ha exigido la calidad docente, autonomía del desarrollan de su Alma Mater, integración en su ámbito territorial, democracia y participación en su modelo conductor y ética indispensable atendida como la consecuencia entre su Alma Mater fundacional y su historia a través del tiempo.
Viernes 19 de agosto de 2016
Chile ha conocido la discusión acalorada sobre las leyes educacionales y en forma muy especial aquellas relacionadas con la educación superior. Si bien es verdad que las modificaciones de la década del 80 crearon los Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica, son las Universidades las que han generado las mayores exigencias de cambios en calidad, financiamiento adecuado, democracia interna, participación docente y presencia estudiantil. Pero lo más discutible ha sido su definición y su rol nacional y regional como centros del saber y de la ética como conductoras de la sociedad en que existen.
Desde muy antiguo hemos seguido la definición de Alfonso X que la entendía como el conjunto de profesores y alumnos que se unían para buscar la verdad. Luego se agregaron los funcionarios como parte integral de su área y finalmente se agrega su competencia transmutar para que el mundo territorial sobre el que tenían influencia se transformó también en una tarea importante para ellas. Otras opiniones las han concebido como la inteligencia entrenada del país tanto en su rol docente como en su rol del servicio al país en el que existen.
Me atrevo a definirlas como la reserva ética e intelectual de la sociedad chilena sobre la que tienen influencia y a ellas se les ha exigido la calidad docente, autonomía del desarrollan de su Alma Mater, integración en su ámbito territorial, democracia y participación en su modelo conductor y ética indispensable atendida como la consecuencia entre su Alma Mater fundacional y su historia a través del tiempo. Cuando en Chile hubo presiones políticas en las universidades respecto de su labor docente limitando la autonomía de catedra se limitaron las expectativa de su desarrollo. Hoy esas presiones se han reemplazado por otras de naturaleza más sutil o son discriminadas de acuerdo a la vieja frase de Don Miguel de Unamuno en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, cuando fue invadida por el famoso General de la Muerte Millán Astray: "venceréis pero no convenceréis".
Hoy cuando nuestro país sufre un raro y no conocido estado de indignación contra la Autoridad y la Meritocracia reemplazada por la Mediocridad en todos los ámbitos, estas llagas éticas reemplazan a los triunfos de Millan Astray. Ahora es cuando las Universidades deben elevar su voz para decirle a Chile que tal vez puedan vencer por un tiempo pero que la inteligencia entrenada de sus ex alumnos y la fuerza moral intelectual de su cuerpo docente doblegaran los antivalores del lucro exagerado que nos corroe, la desatención con los débiles, el déficit cultural y el desprecio por la rectitud y la falta de precariedad de una comunidad despersonalizada convencerán al final de los tiempos.
Confío plenamente en la fuerza interior de las universidades, en algunas más y en otras menos, como toda obra humana.
Pero felizmente hay una regla de oro de San Agustín que propone un camino de buena práctica: "si un acto fruto de la inteligencia humana presenta dudas hacia donde apuntar para beneficiar a quien más lo necesita, elige siempre al débil y no al poderoso. Al necesitado y no al rico. Al que aspira a bien y la utopía. Y no al que se queda en lo material a cualquier precio".