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La bioquímica del agua y su importancia ante el cambio climático
Según datos de la Organización de la Naciones Unidas (ONU), más de dos millones de personas en el mundo viven sin agua potable en sus hogares. Además, casi dos tercios de la población mundial, padecen escasez grave de agua durante al menos un mes al año.
Viernes 22 de marzo de 2019
Cuando se trata de tomar conciencia sobre la importancia del agua, se marca involuntariamente una distancia respecto a nosotros mismos y solo lo consideramos respecto a su relevancia para el medio ambiente y no nuestro organismo. Desde esa perspectiva, es lógico recordar qué representa el agua para el cuerpo, para involucrarse aún más activamente en el cuidado de este recurso esencial para la vida, frente a los desafíos que impone el cambio climático.
Álvaro Álvarez, académico de la carrera de Bioquímica de la Universidad San Sebastián señala que “debido a su composición y estructura tiene varias características químicas que le confieren un gran número de propiedades muy importantes desde el punto de vista biológico.
El docente precisa que una de sus funciones fundamental es que permite que ocurran distintas reacciones bioquímicas en nuestro organismo, como la generación de energía y la formación de proteínas.
Álvarez explica que el agua está compuesta “por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, sus electrones no se reparten en forma homogénea, quedándose más tiempo con el oxígeno, por lo que se crean dos zonas con un dipolo negativo y otro positivo. Esto la convierte en una molécula polar, lo que le otorga la característica de ser el llamado “solvente universal”, porque para la vida y las actividades biológicas, el agua representa el principal medio donde ocurren las reacciones químicas y bioquímicas esenciales”.
Nivel y cantidad
El académico USS dice que en general, los seres humanos “tenemos cerca de un 65 a 70 por ciento de componente de agua en el cuerpo. Esto varía con la edad, cuando somos niños tenemos casi un 80% de agua en el organismo, pero cuando llegamos a la vejez alcanzamos entre 55 y 60%”.
Por eso, es muy importante mantener los niveles adecuados de agua corporal y no es solo el tema de la ingesta de una cantidad determinada de litros, sino también de cómo la utiliza nuestro organismo.
“Cuando uno tiene alteración de un 2 o 5% de los niveles de agua corporales, se activan los mecanismos de alerta. Por ejemplo, la sed que es un mecanismo de medida y urgencia dónde el cuerpo está pidiendo que recuperemos volúmenes de agua. Uno no debería llegar a ese punto y beber una cantidad de líquido suficiente al día. Es una necesidad orgánica”, indica Álvarez.
Por eso lo recomendado es la ingesta de unos dos litros de agua al día, pero “la cantidad va a depender de la fisiología de cada persona. Se supone que, en la dieta diaria regular, se consume cerca de un litro al día. Por defecto deberíamos consumir al menos un litro más. Ahora las personas que condimentan alimentos con mucha sal o tienen cálculos renales, la cantidad de agua se incrementa a tres litros diarios, para poder diluir estas sales y cuidar el riñón que permite purificar nuestro organismo”.
El académico agrega que, dentro de sus propiedades esenciales, está la capacidad disolvente y de transporte en los medios intracelular y extracelular que tiene el agua. Junto a ello, destaca su rol termorregulador “ya que puede acumular una gran cantidad de energía sin perder su estructura, actuando como un amortiguador térmico. Es capaz de absorber el exceso de calor para que no exista tanta temperatura y también puede impedir que la temperatura baje abruptamente”.
Acceso y calidad
Álvaro Álvarez plantea que el acceso al agua es fundamental para garantizar la existencia de la vida y también desde el punto de vista sanitario, porque, “fisiológicamente hablando, si no tienes el agua suficiente se pierden funciones relevantes como las reacciones químicas de nuestro organismo, la regulación de la temperatura y la distribución de nutrientes”, precisa el académico de la USS.
En cuanto a la calidad del agua potable, el docente señala que se cumplen ciertos estándares en su composición de acuerdo a las normas vigentes, pero recalca que tenemos distintos tipos de agua, dependiendo de la fuente y zona geográfica del país.
“El agua nortina es naturalmente más mineralizada que la del centro y sur del país, principalmente por la presencia de sales y elementos metálicos, debido a su origen montañoso, sin considerar posibles otros elementos propios de la actividad minera”, indica Álvarez. Además, precisa que no solo las faenas industriales afectan el agua, sino también los propios seres humanos con el manejo de sus desechos. La mayoría de las veces la contaminación afecta la flora y fauna, pero a veces llega al agua potable o de consumo humano.
Respecto a la composición y a la existencia de flúor en el agua, Álvarez afirma que en su momento fue una de las estrategias para contribuir en la prevención de caries, considerando el acceso que tenía la población a una idónea higiene bucal. No existe evidencia definitiva de que la cantidad del flúor en el agua sea dañina,aunque si es un tema de mucha controversia, pero si es definitivo que si estuviera presente en grandes cantidades podría ocasionar malestares a largo plazo.
En cuanto a otras sales, como principalmente carbonatos de calcio y magnesio (lo que se conoce como parte del “agua dura”), las mayores complicaciones están en el sarro que se acumula en ollas, hervidores y teteras. Alvarez afirma que en general “el agua con sales ha sido injustificadamente asociada a cálculos renales, pero es bastante difícil que ocurra, porque en una ingesta normal estas sales no están concentradas, aunque siempre es recomendable evitar tomarse esos residuos precipitados”.