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Jaime Mañalich: “Aquí hay una antropología médica que no se corresponde a la actualidad”
El director de IPSUSS, Dr. Jaime Mañalich, conversó con la periodista Cecilia Rovaretti en el programa Una Nueva Mañana de Radio Cooperativa. Ahí explicó los resultados de la Encuesta de Alfabetismo Sanitario realizada por su instituto y comentó cuáles son los nuevos roles que deben tomar los profesionales de la salud y los pacientes en un país en el que ha cambiado la situación epidemiológica.
Lunes 2 de febrero de 2015
Muchas veces se tiende a pensar que los peores niveles de salud están directamente relacionados con un bajo nivel socioeconómico, y si bien esto es cierto, muchas veces se deja de lado el rol que juega la educación: factor transversal que afecta a todas las personas, ya que de las habilidades y competencias que ella entrega dependen la mayoría de las actividades que realizamos diariamente para cuidar nuestra salud y desarrollar nuestra vida.
– ¿De dónde nace la preocupación por realizar un estudio sobre alfabetización?
– Bueno, la inquietud por este estudio nace de la Encuesta Nacional de Salud del año 2009-2010, realizada por la Universidad Católica, donde se informa que de acuerdo al nivel educacional de los encuestados –básica, media o superior– el manejo de enfermedades es muy diferente. No estamos hablando de percepción sino de resultados reales: cómo ser o no obeso o tener o no hipertensión o diabetes aparecen claramente marcado por el nivel educacional, que en esa encuesta se usó como un homólogo del nivel de ingresos.
En otras palabras se dijo: "este nivel educacional lo vamos a homologar al nivel de ingresos porque realmente está muy bien correlacionado y a mayor nivel de ingresos hay un mayor nivel educacional". Sin embargo, estudios posteriores demuestran que el nivel educacional por sí solo, independiente del ingreso a la persona, es el predictor más importante de mortalidad y de comportamiento frente a la enfermedad crónica. De hecho, el nivel educacional de la madre, por ejemplo, es el determinante fundamental del riesgo de mortalidad infantil en nuestro país, a menor nivel educacional de la madre, más riesgo de que el niño no alcance el año de vida.
En ese contexto hicimos esta encuesta en la cual le preguntamos a una muestra representativa de adultos de la Región Metropolitana si entiende el etiquetado de alimentos, si entienden lo que el profesional de salud le dice, si entiende el folleto de los medicamentos y de nuevo esta encuesta demuestra diferencias dramáticas e inequidad en el acceso a la información, de acuerdo al nivel educacional.
– Pero a pesar de que existen diferencias entre los niveles de comprensión, también es cierto que hay bajos niveles en las personas con un mayor nivel educacional.
– Así es, en esta encuesta se muestra que incluso el 25% de las personas con un nivel educacional superior –universitarios graduados–, tienen una dificultad bastante grande para entender lo que les señalan los profesionales de la salud. Eso quiere decir que una de cada cuatro personas con nivel educacional universitario, cuando sale de la consulta dice: "no entendí lo que me dijo", por lo que necesita información adicional.
Hay otro factor determinante: las personas con un mayor nivel educativo pueden acceder a mejores consultas que pueden durar hasta 20 minutos. En cambio la consulta que se hace en un Centro de Salud Familiar dura sólo 8 minutos. Sobre este tema nosotros estamos proponiendo una acción, complementaria a la atención de salud, que es iniciar en marzo en diversas comunas del Gran Santiago con adultos mayores vulnerables o con ingresos económicos muy bajos, como Cerro Navia, y en algunas comunas del Gran Concepción, talleres de educación para los pacientes. Queremos colaborar a que tengan una mejor comprensión de lo que les dicen los profesionales de la salud o puedan entender la forma correcta en la que se toman la presión.
– ¿Cómo estarían orientados esos talleres?
– En primer lugar, quiero aclarar que no estamos hablando de charlas o talleres teóricos, porque es muy difícil además entender lo que un experto dice, sino de talleres prácticos en donde a la gente se le enseñe a tomarse la presión, que aprendan a prevenir los riesgos de caerse en el baño o en la cocina de su casa.
Sobre los talleres, serán 10 prácticos hechos por docentes o estudiantes de carreras como Medicina o Química y Farmacia, por nombrar algunas, y respecto su orientación práctica voy a poner de ejemplo el Taller de Fármacos. En ese taller nos juntaremos con 12 personas y le entregaremos a cada uno de ellos una bolsita, como la que recibe en el consultorio con sus medicamentos, y un pastillero. Con esos elementos tendrá que aprender a traducir la receta, identificar los medicamentos y distribuirlos en el pastillero, para que pueda tomarlos a la hora que corresponda.
Sobre esto quiero hacer hincapié en que los adultos mayores toman muchas pastillas a lo largo del día –por lo que a través de esta forma podrán aprender a hacerlo de manera práctica– siendo evaluados y, después de finalizado el taller, con un seguimiento cada 3 meses para ver si esa competencia que adquirió se persiste en el tiempo y de esa forma el tratamiento de su enfermedad crónica es más efectiva. Obviamente son talleres que se repiten para poder abarcar a la mayor cantidad de gente.
– Además van a realizar una capacitación para pacientes, que denominaron Escuela de Pacientes. ¿En qué consiste?
– En las Escuelas de Pacientes seleccionaremos a personas que sufren una enfermedad concreta y los educaremos intensamente para que en una sede social –club de fútbol o cualquier otro lugar de reunión– puedan juntarse semanal o quincenalmente quienes sufren esa misma enfermedad y ayudarlos a aclarar dudas, incentivarlos para que vayan a controles cuando corresponde en vez de esperar a la descompensación y, de esa manera, bajar los altos niveles de atención que presentan los estratos educacionales más bajos.
Porque recordemos que no sólo se trata de que van muchas veces al médico en el año sino que además ingresan de manera recurrente a los servicios de urgencia, son hospitalizados una mayor cantidad de veces y sufren más complicaciones con su enfermedad, que pueden dejar secuelas muy graves como es el caso de la diabetes que es la mayor causa de ceguera del país, la principal causa de insuficiencia renal crónica y la principal causa de amputaciones de extremidades por las complicaciones circulatorias que produce y son prevalentes.
El manejo comunicacional de los profesionales de la salud
– Si bien se hace mucho hincapié en el rol activo que deben tener los pacientes, pero los profesionales del área también deberían poder transmitir sus mensajes, ¿qué cree usted?
– Efectivamente las habilidades comunicacionales son trascendentales para lograr buenos resultados en salud: para que la gente se adhiera al tratamiento de forma efectiva, entienda que es bueno tomar el medicamento a pesar que pueda producirle algún efecto adverso y que comprenda que es importante que vaya al especialista. Este es un campo virgen y los profesionales de la salud aprenden muchas cosas durante los años que duran las carreras de medicina, enfermaría, kinesiología, o cualquier otra relacionada con el área, pero si hay algo que no está presente en el currículo es, precisamente, la potencia que puede significar para la salud una mejor capacidad para comunicar.
Para mejorar la calidad de vida de los pacientes crónicos, la existencia de talleres comunicacionales para los profesionales de salud que se están formando es importantísima. A través de IPSUSS podríamos implementar y generar este servicio que parece muy necesario.
– También se dice mucho que en esta área hay letras que son inentendibles, especialmente en los médicos, ¿cómo es la suya y a que cree que se deba que tengan una baja calidad?
– Mi letra es muy mala. Me acuerdo que cuando hacía recetas en el último tiempo las hacía a través de un computador. Sobre la letra de los médicos, creo que todas las profesiones adquieren lenguajes de relativo hermetismo, costumbres que vienen desde la edad media. Hablar en jerga que nadie más entiende, pertenecer a cofradías donde el conocimiento está reservado sólo a unos seres celestes, pero esto para la medicina moderna donde prevalece con tal magnitud las enfermedades crónicas ya no sirve.
En ese sentido es imprescindible que los mecanismos de interacción y comunicación entre los médicos y otros profesionales de salud con sus pacientes realmente mejoren y la persona pueda entender realmente qué es lo que le están diciendo, qué es lo que le están recentando y traducirlo en mejorías prácticas para su vida y prevenir complicaciones.
El cambio en la salud de los chilenos
– Por otro lado, y en base a estos datos que usted aporta, ¿podríamos decir que se ha generado un cambio en la forma en la que se ve la interacción paciente-experto?
– Sin duda, y además es cierto que aquí hay una antropología médica que no se corresponde a la actualidad. Antes era: "mire, yo sé lo que usted tiene, yo lo voy a hacer. Usted no se preocupe, es un paciente que está en la cama. Lo vamos a operar y le vamos a sanar la neumonía", pero el problema es que la enfermedad prevalente hoy en día es la enfermedad crónica que va a acompañarlo por toda la vida. El resultado de que la enfermedad sea bien tratada depende en gran medida de que la persona entienda lo que le está pasando y sea activa en colaborar con el tratamiento. Que se haga cargo.
– Sobre las enfermedades crónicas señalan que quieren abordar cuatro específicamente, que para ustedes son los 4 Jinetes del Apocalipsis, ¿cuáles son?
– Nosotros queremos concentrarnos en los 4 Jinetes del Apocalipsis, que representan el 60% de la carga de enfermedades crónicas y son: hipertensión arterial; diabetes; obesidad; y, depresión. Por supuesto que el factor fundamental en Chile prevenible de enfermedades crónicas es el tabaco. La lucha que se está dando para bajar el tabaquismo en nuestro país es relevante, pero eso sigue otros cursos que están en la ley, que está en la disminución de avisos de tabaco, en el alza de impuestos y, en ese aspecto, creo que vamos bien encaminados. Ya se ve que nuestros jóvenes están fumando menos que hace 3 o 4 años, y eso es una muy buena noticia.
– Un caso que suele llamar la atención y dudas es la depresión, porque está incluida en el AUGE, pero es muy poco diagnosticada.
– Efectivamente está incluida en el AUGE, pero se sub-diagnóstica. La gente no consulta, no se trata adecuadamente y eso tiene consecuencias tremendas. Hace un par de días El Mercurio publicó una columna que hice sobre el alza de suicidios, quiero recordar que Chile está dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que tiene la mayor tasa de aumento de suicidios después de Corea del Sur, y en América Latina tenemos la tasa más alta de suicidios después de Uruguay.
En ese contexto esto es una epidemia de proporciones enormes porque más de 2.000 personas mueren por causa de suicidio al año en nuestro país. Es una vergüenza. Es algo a lo que tenemos que ponerle acento y eso significa un trabajo enorme a nivel de salud primaria porque el suicidio está asociado a depresión no diagnosticada, a bullying homofóbico, al abuso de drogas, a una sociedad en la que el apoyo familiar se está desestructurando. En ese sentido el trabajo es enorme y en este momento lo estamos pagando de la forma más terrible que es que una de las formas más comunes que tienen de morir nuestros adolescentes es a través del suicidio.
– ¿Entonces cómo podemos solucionar este problema?
– En primer lugar hay que tener en cuenta que si bien estas enfermedades están cubiertas por el AUGE y hay garantías de que los tratamientos farmacológicos van a ser accesibles para todas personas, también hay una barrera de recursos humanos. Creo que eso se debería solucionar a través de fortalecer, en primerísimo lugar, la presencia de psicólogos que, a través de sistemas estandarizados, puedan predecir conductas suicidas y manejar a personas que hayan intentado hacerlo.
Aquí quiero recordar que por cada persona que logra suicidarse hay 20 personas que intentaron hacerlo y fracasaron. Todas esas personas deberían ser manejadas preventivamente para que no lo vuelvan tratar de hacer, porque lo que sucede normalmente con un suicida efectivo es que hubo intentos y señales previas a las que nadie les dio importancia y realmente lo eran para haber podido prevenirlo.