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El primer gabinete de Boric
El viernes pasado el presidente electo Gabriel Boric presentó su primer gabinete, que había generado en las semanas anteriores expectativas proporcionales al interés y entusiasmo que ha despertado su gobierno, que comenzará el próximo 11 de marzo.
Lunes 24 de enero de 2022
De inmediato han surgido diferentes análisis que procuran explicar la importancia y los aspectos centrales del ministerio y sus figuras. Hasta ahora es posible percibir algunas tendencias: el énfasis en la diversidad del equipo presidencial, por sus procedencias regionales, de establecimientos educacionales, formación profesional y sus trayectorias; la excelencia política en algunos casos, o académica y profesional en otros; la renovación generacional que representa el nuevo gobierno y la notoria presencia de mujeres, que por primera vez superan a los hombres dentro de un gabinete. El otro ángulo de análisis se refiere a la organización política del equipo, la representación de los partidos y la reorganización de la alianza que compitió en las elecciones presidenciales, que será diferente a la que gobernará desde La Moneda.
¿Qué se puede decir del primer gabinete del otrora líder estudiantil, diputado, candidato presidencial y ahora presidente electo, Gabriel Boric? ¿Cuáles son las claves del ministerio y qué representa este para el futuro de Chile, en un contexto más amplio que el de una u otra figura? ¿Cómo interpretar la ampliación de la coalición del Frente Amplio con el Partido Comunista, que bajo el nombre de Apruebo Dignidad enfrentó la elección presidencial en noviembre y diciembre pasado? Dejando de lado que se trata de temas que provocan legítima discusión y posiciones contradictorias, me parece que podemos observar algunas claves fundamentales del estilo Boric en la conformación de su equipo más cercano de colaboradores.
Un primer aspecto que vale la pena mencionar es que Boric ha demostrado liderazgo personal y un especial talento político en la conformación del gabinete, por la manera como quedó conformado, el cambio generacional que representa, cierta amplitud y diversidad, así como algunas definiciones fundamentales. El tema se aprecia con más nitidez si se contrasta con las administraciones precedentes, más estrechas, gastadas y temerosas de innovar, cerradas por razones partidistas o sociales y que, en consecuencia, significaron una autolimitación en la renovación política o en la ampliación de sus liderazgos. En el gabinete que encabezará Izkia Siches hay varias novedades y otros tantos riesgos interesantes que asume el nuevo Presidente: desde luego, como una notable originalidad, Siches es la primera mujer que asume como ministra del Interior; además hay siete personas de menos de 40 años en el equipo; la juventud del equipo político es evidente; hemos mencionado que hay más mujeres que hombres y existen otros elementos que se irán instalando en los análisis.
El gabinete de Boric tiene una connotación esencialmente política, no por las razones obvias de ser un centro de poder o por estar en un gobierno, sino porque así ha sido concebido. No tiene una lógica tecnocrática o de especialistas; los “mejores” de Boric están pensados políticamente y no por determinados currículos académicos o personales. No obstante, hay varios ministros muy preparados, con estudios sólidos en Chile y en el exterior, especialmente en las carteras “técnicas”.
En el mismo plano político, la incorporación de los socialistas es un acierto inmenso, y permite tener en el gobierno a uno de los senadores más destacados, como Carlos Montes –tanto en el plano técnico como político–, y a Maya Fernández, expresidenta de la Cámara, quien tiene además el simbolismo e importancia de liderar la cartera de Defensa cuando se cumplirán 50 años del 11 de septiembre de 1973, como nieta de Allende a cargo de los temas militares en el gobierno. Sumar a grupos de la ex Concertación –en su sector socialdemócrata o de izquierda– es un acierto muy inteligente. Con la ampliación de la coalición de gobierno, Gabriel Boric logra dos cosas: mejora notoriamente su representación parlamentaria (la de Apruebo Dignidad era la más pequeña desde el regreso a la democracia) y produce un cambio parcial de la coalición de gobierno, ampliándola, pero sin ceder sus prerrogativas ni cambiar el programa. Dos triunfos en una sola decisión. Como contrapartida, al incorporar al partido de Salvador Allende, medio siglo después de su gobierno, forma la alianza de gobierno más parecida a la Unidad Popular desde aquellos tiempos, aunque en un Chile muy diferente.
Por otra parte, es necesario considerar que el anuncio tuvo un factor anestesiante: el nombramiento de Mario Marcel como ministro de Hacienda, que de inmediato fue internalizado por los mercados. El hecho llevó a muchos a exclamar “menos mal”, “es la mejor noticia”, “los mercados han reaccionado bien a su nombramiento”, “es el mejor ministro” o incluso que prueba que estaría triunfando el Boric de la segunda vuelta. Es probable que Marcel logre calmar las cosas y permita mantener una economía “sana” (en la medida que eso es posible en estos tiempos). Adicionalmente, eso puede evitar que Chile entre en una vorágine revolucionaria que en algún momento se temió en caso de que ganaran los frenteamplistas y comunistas, y quizá observemos pocos cambios entre marzo y septiembre. Incluso podría parecer –sin ánimo de adular ni de execrar– un nuevo gobierno de la vieja Concertación.
El problema de fondo, en tal caso, es que la verdadera lucha y la continuidad de la revolución de octubre de 2019 se desarrollarán al interior de la Convención constituyente, que pasará a ser la madre de todas las batallas. Eso podría significar que –ya con una nueva carta fundamental– se inicie el gobierno real, en una segunda etapa más decisiva y transformadora, propia de las propuestas refundacionales que desde hace años abrigan los partidos que hoy se encuentran en el gobierno. En cualquier caso, esa es una posibilidad que queda entregada al futuro.
El gobierno que se inicia en marzo no estará libre de problemas, aunque haya formulado de una manera inteligente el equipo de gobierno. Después de todo, ahí se encuentran algunas de sus propias debilidades, que podrían ser objeto de un análisis especial. Por mientras se pueden mencionar tres factores. El primero es la escasa experiencia laboral de gran parte del equipo de gobierno, que en algún momento puede volverse contra el exceso de confianza que muestran sus partidos y líderes. El segundo se refiere a la calidad de algunos ministros, actuales diputados, especialmente quienes son miembros del comité político. Ellos deberán hacer una tarea muy relevante para generar o recomponer confianzas, considerando su actuación muchas veces visceral e intransigente contra el gobierno del presidente Sebastián Piñera, las continuas acusaciones constitucionales en las que participaron, los proyectos de retiro de los fondos de las AFP y en otras iniciativas en las cuales participaron. El tercer elemento es el manejo de las expectativas de las izquierdas y de sus partidos: es posible que el Partido Comunista no esté contento con su disminuida presencia ministerial, después de haber sido generador del proyecto y de haberse erigido en guardián del programa. Es un tema que hay que observar con atención.
En cualquier caso, nada de eso es ajeno a lo que es la política, la difícil misión de gobernar y la difícil lógica de un momento de cambio generacional y epocal como el que vive Chile en la actualidad.
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