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Educación a distancia: ¿un cambio de paradigma?
El año 2020 será recordado en el mundo universitario chileno como la prueba de fuego del método no tradicional de enseñanza de la educación a distancia.
Domingo 14 de febrero de 2021
No fue un cambio programado, sino una repentina, forzosa y vasta transformación que provocó aflicción e incertidumbre entre profesores y estudiantes y, por momentos, mayor esfuerzo; y si bien sus resultados son objeto de controversia, queda la impresión de que aprobó el examen.
Hay aspectos destacables. Las plataformas tecnológicas fueron capaces de satisfacer una demanda simultanea del orden de 300.000 asignaturas online, para más de un millón de estudiantes en todo el sistema.
Las naturales fallas de conectividad para llegar a lugares remotos y cumplir con la tarea docente se abordó con préstamos de computadores, bolsas gratuitas de Internet y compra masiva de licencias.
Lo más duro, sin duda, fue la profunda y severa parálisis económica que provocó la pandemia, con un aumento en el desempleo y una aguda caída en los ingresos familiares que dificultó el pago de los aranceles.
Las mayores dificultades estuvieron en las actividades prácticas presenciales, que debieron postergarse, en el control para medir avances y logros en las evaluaciones a distancia, y el natural desorden sicológico frente a lo desconocido.
El 2021 será un año de transición. El rápido avance en la vacunación en Chile permitirá que se abran los campus. Se echa de menos el contacto cara a cara, aunque respetando las distancias. En el semestre que se inicia en marzo, universidades como la nuestra ocuparán los aforos permitidos para que todos los estudiantes puedan asistir al menos dos veces a la semana al campus respectivo, para participar en una modalidad híbrida: parte de los estudiantes de manera presencial y el resto a distancia en forma rotativa.
Pasada la pandemia, las universidades se enfrentarán a decisiones relevantes. El dilema no está, a mi juicio, sobre si habrá o no una vuelta atrás al modelo tradicional. La educación a distancia convivirá con la presencial, simplemente porque pueden potenciarse y complementarse, y hacer que la experiencia universitaria tome lo mejor de ambos mundos. El desafío será cómo tener la sabiduría para hallar la combinación óptima.