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Jóvenes infractores de ley e injusticia ocupacional
El alto nivel de violencia refleja a una sociedad que no está logrando responder a las necesidades de la población y que no está generando las oportunidades concretas, reales y suficientes para promover un desarrollo saludable y ocupacionalmente enriquecido.
Viernes 12 de agosto de 2016
En las últimas semanas nos hemos encontrado con diversas noticias relacionadas con niños y adolescentes que cometen actos delictuales de diverso orden, varios de ellos relacionados con Sename, lo que visibiliza importantes problemas a nivel institucional, de protección de la infancia y de sociedad.
El alto nivel de violencia refleja a una sociedad que no está logrando responder a las necesidades de la población y que no está generando las oportunidades concretas, reales y suficientes para promover un desarrollo saludable y ocupacionalmente enriquecido.
Podríamos considerar estas informaciones como algunas más de las noticias de la agenda policial, sin embargo, los terapeutas ocupacionales, en una visión del desempeño profesional, observamos vacíos importantes en la formación y desarrollo de los niños y adolescentes, en particular de la población más vulnerable.
Desde una mirada ocupacional, visualizamos cómo el infringir la ley se posiciona como una alternativa para niños y jóvenes, una ocupación que probablemente les genera mayor satisfacción, adrenalina y sentido en comparación a las oportunidades y vivencias que puedan tener al interior de las diversas instancias de protección ofrecidas por el Estado y la sociedad.
Podemos observar, desde la salud mental, conductas altamente riesgosas y temerarias que dan cuenta de desórdenes a nivel del desarrollo, de carencias importantes en la formación y potenciales trastornos psiquiátricos.
Hoy requerimos de nuevas ocupaciones para estos niños y jóvenes que se desarrollan bajo la protección del Estado. Anhelamos contextos que brinden oportunidad de aprender, desarrollar potencialidades y descubrir ocupaciones saludables que contribuyan a su felicidad.
Si nuestro país fortaleciera los programas de protección de menores, si hubieran más y mejores instalaciones para su crecimiento, mayor estimulación desde la primera infancia, podríamos tener a futuro generaciones jóvenes con otros intereses, con capacidad de explorar en ocupaciones que no requieran el nivel de riesgo y de violencia tanto para sí mismos como para otros y que aportaran al desarrollo de una sociedad inclusiva.