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Cómo actuar frente a lesiones escolares
La presión del calendario de competición, de los técnicos y hasta de los propios padres puede someter a los niños a estrés físico y mental que deriva en cuadros clínicos musculoesqueléticos.
Jueves 22 de marzo de 2018
Es marzo se inicia el año escolar y, quienes somos padres, nos sumergimos en la vorágine de la compra de útiles, de compatibilizar nuestros horarios con los de nuestros hijos y de programarnos para dejarlos en el colegio. Y a esto se suma las preocupaciones frente a los riesgos en la salud en el ambiente escolar. Un tema que no es simple, ya que las lesiones pueden producirse por la interacción de múltiples variables.
En primer lugar, debemos diferenciar las patologías y dolencias gatilladas por traumatismos agudos de los cuadros clínicos que se instalan progresivamente y cuyo origen puede ser multifactorial. Y es que hay lesiones que se pueden producir dentro y fuera del colegio, por lo que no son atribuibles exclusivamente al ambiente escolar. Así, las heridas, contusiones y esguinces producto de caídas (que son recurrentes en este entorno) y, hasta potenciales fracturas, pueden surgir de las carreras por pasillos o escaleras, de los juegos en el recreo e incluso del azar. Queda confiar en que los niños están bajo el cuidado de terceros, quienes pueden supervisarlos y prevenir potenciales accidentes.
También están las lesiones derivadas de la práctica de actividades en clases de educación física o actividades deportivas extracurriculares. Acá, junto con los eventos traumáticos, pueden sumarse las lesiones que se dan por sobreuso, es decir, por una planificación inadecuada de los ciclos de carga y descanso durante el año.
Se ha vuelto frecuente en la clínica recibir menores con cuadros dolorosos persistentes por práctica deportiva intensa y sistemática, sin manejo adecuado de los ciclos de carga y recuperación, que implica un riesgo para la reparación de tejidos. El atletismo, la gimnasia artística o rítmica, el hockey, el vóleibol, el fútbol o el remo son prácticas habituales en niños y adolescentes que en muchos casos se pueden asociar a la aparición de lesiones (generalmente tendinopatías, dolor lumbar y dolor cervical). La presión del calendario de competición, de los técnicos y hasta de los propios padres puede someter a los niños a estrés físico y mental que deriva en cuadros clínicos musculoesqueléticos.
Por último, se encuentra el uso de la mochila, y existe un debate a nivel científico de su relación con el dolor de espalda. En un estudio reciente, se evidenció que el 30% de los estudiantes entre 8 y 13 años sufren de dolor de columna, principalmente a nivel cervical y torácico, y es 2 veces más frecuente en niñas que en niños. Si consideramos el peso, quienes tienen mayor índice de masa corporal tienen más riesgo de sufrir dolor de espalda. Se recomienda que la mochila no debe pesar más del 10% del peso del niño y debe colgarse de ambos hombros.
Sin embargo, otros estudios han demostrado que esta variable es una más y no explica el dolor de columna. Factores psicoemocionales (niños que padecen estrés sufren más dolor), el nivel de actividad (niños que practican deporte presentan menos dolor), nivel socioeconómico (a menor nivel socioeconómico, más riesgo de lesión) y ruralidad (los niños de dichos entornos toleran menos carga) también influyen en la aparición de dolor de columna.
En resumen, la organización y programación adecuada de las actividades, evitar la presión y el estrés y asumir la responsabilidad como padres de monitorear y tomar los resguardos dependiendo de la actividad de los hijos son aspectos claves para prevenir lesiones en el ambiente escolar.