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Desastres naturales: un evento inesperado
Las situaciones traumáticas que producen las catástrofes generan estrés, incertidumbre, vulnerabilidad y angustia en las personas afectadas. No obstante, es posible generar mecanismos de cuidado y autocuidado. Para ello es necesario reconocer que es “normal” sentir sensación de pérdida (o duelo) desprotección, reactividad emocional y ansiedad.
Martes 31 de marzo de 2015
Los desastres naturales generan, por un lado, el deterioro asociado al daño material al que se suma la falta de bienes y servicios como agua, alcantarillado, electricidad, provisión de alimentos, insumos de aseo, entre otros. Por otro lado, el impacto asociado a la salud de las personas, aumentando con ello el riesgo de enfermedades infectocontagiosas, parasitarias, traumatismos, problemas de salud mental y de salud sexual y reproductiva.
En estas situaciones los grupos más vulnerables son los menores de edad, por la falta de acceso a vacunas y alimentación; las mujeres usuarias de servicios de planificación familiar; las embarazadas, quienes deben realizar sus controles prenatales, atención del parto y puerperio; los adultos mayores, que padecen enfermedades crónicas o con tendencia a la cronicidad; y las personas con capacidades diferentes, que requieren de asistencia especial.
Entonces ¿cómo podemos disminuir el impacto en la salud de las personas? Lo primero que se debe cautelar son las condiciones sanitarias resguardando la disposición de agua potable e higiene adecuada de los alimentos, la eliminación correcta de los desechos y la limpieza general y personal. Esto permite evitar la transmisión de infecciones, parásitos y enfermedades transmitidas por vectores y la propagación de enfermedades.
Por ello se deben tomar precauciones como el abastecimiento de agua potable; evacuación y disposición de excretas, recolección y disposición de basuras; mantener la higiene de los alimentos; y velar por el cuidado personal.
Asimismo, las situaciones traumáticas que producen las catástrofes generan estrés, incertidumbre, vulnerabilidad y angustia en las personas afectadas. No obstante, es posible generar mecanismos de cuidado y autocuidado. Para ello es necesario reconocer que es "normal" sentir sensación de pérdida (o duelo) desprotección, reactividad emocional y ansiedad.
¿Cómo abordar esta catástrofe? Todos pueden cuidarse de sí mismos, de sus familias y de la comunidad. Para esto se deben reconocer algunas manifestaciones frente a las cuales es importante permanecer alerta y tomar la decisión de pedir ayuda al personal de salud. En niños, identificar dolor de estómago, vómitos, llantos sin motivo, pesadillas, enojos excesivos y/o irritabilidad.
Una duda que queda de todo esto ¿estamos preparados para enfrentar los desastres? A pesar que existen protocolos de emergencia a nivel regional y local, aún hay ciertas debilidades en quienes deben liderar la intervención en crisis (comités de emergencia), ya que son personas que también se ven afectadas con la catástrofe.
Otro factor es la gran dispersión geográfica, lo que sumado al corte de caminos impide el tránsito vehicular en todo el territorio. Por lo que es necesario incorporar dentro de los protocolos que se activen profesionales de apoyo el ámbito sanitario de los territorios colindantes a la catástrofe. Asimismo, se debe mejorar la articulación de los organismos públicos para que se haga efectiva la ayuda a la comunidad afectada de manera oportuna.