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Celebrar la vida
Celebrar la vida es una forma de oponerse a la violencia en todas sus formas, desde la más brutal, como el descuartizamiento del más débil, indefenso e inocente de todos los seres humanos en el vientre materno, hasta formas más veladas, como la que se ejerce contra los ancianos y/o jubilados.
Miércoles 21 de septiembre de 2016
Celebrar la vida implica decirle al otro, al que en cierta medida es una carga, como el inmigrante, el pobre, el niño no deseado, que pese a todo me alegro de tu existencia, y haré lo que esté a mi alcance para que tú también vivas dignamente.
En un hecho inédito en nuestro país, las Iglesias Cristianas de Santiago han hecho un llamado a celebrar la vida: ¿Qué significa esto?
Los convocantes parten de la base que nadie sobra en este país. No sobra el inmigrante, el anciano abandonado en un hogar, no está demás la mujer vulnerable, jefa de hogar, como tampoco lo está el jubilado que recibe una mísera pensión, y por supuesto no sobra el niño que está por nacer.
Celebrar la vida es una forma de oponerse a la violencia en todas sus formas, desde la más brutal, como el descuartizamiento del más débil, indefenso e inocente de todos los seres humanos en el vientre materno, hasta formas más veladas, como la que se ejerce contra los ancianos y/o jubilados.
Celebrar la vida implica decirle al otro, al que en cierta medida es una carga, como el inmigrante, el pobre, el niño no deseado, que pese a todo me alegro de tu existencia, y haré lo que esté a mi alcance para que tú también vivas dignamente. En este contexto celebrar la vida es tomar conciencia de la dura realidad que viven muchísimos compatriotas y extranjeros que viven en nuestro país.
Celebrar la vida es asumir el compromiso de ser la “voz de los sin voz”, como ya lo fue la Iglesia en otros tiempos, sin ceder a las presiones. Celebrar la vida es promover la “cultura de la vida” (Juan Pablo II) ante la “cultura de la muerte” que lenta y amenazadoramente se acerca a nuestro país. Celebrar la vida es promover la cultura de la inclusión (Francisco) contra la “cultura del descarte” que poco a poco está colonizando estas tierras.
Todos sin exclusión, creyentes y no creyentes estamos llamados a celebrar la vida, en familia, con los amigos, en nuestras casas, en el trabajo. Incluso en el Congreso también. Solo así forjaremos un país en que nadie más sea considerado prescindible.