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Chile y los desafíos a la paz mundial
Aunque somos una potencia media con poca capacidad de influir en la toma de decisiones de las potencias globales, no parece existir excusa para no apoyar por medio del multilateralismo toda acción tendiente a la estabilidad mundial, al respeto del derecho internacional y la protección de los derechos de la persona humana.
Viernes 18 de enero de 2019
La agenda de Chile para el 2019 está saturada de desafíos para la república, desde revertir la baja credibilidad en las instituciones hasta las expectativas económicas de la ciudadanía que parecen no satisfacerse, pasando por una anunciada activación de la agenda feminista digitada desde el movimiento Me Too para marzo y los preparativos para los ciclos electorales que se iniciarán el 2020.
Pero saliendo de la característica insular de Chile, la que nos hace girar en torno a la discusión de nuestros propios procesos y tienden a invisibilizar los ajustes tectónicos que están sucediendo a nivel global, veremos el 2019 desde la perspectiva mundial, porque se están presentando tensiones y pugnas que podrían amenazar la paz internacional.
La decisión del Presidente ruso, Vladimir Putin, de construir gasoductos que atravesarán Medio Oriente conlleva una tensión entre las potencias mundiales en momentos en que los órganos de resolución de controversias se muestran inoperativos para salidas negociadas. En especial, porque el Kremlin habría decidido aprovechar la retirada o aislacionismo de Estados Unidos para aumentar su influencia en esa zona, y también en Europa y el norte de África.
En la misma perspectiva, el orden internacional está en proceso de conflicto soterrado por el acceso a las materias primas que reemplazarán al petróleo, lo cual, desde la mirada medioambiental, presenta mejoras evidentes sobre los efectos en el calentamiento global. En ese sentido, resulta patético que Chile se haya desentendido de la nueva industria en formación y haya facilitado la concentración de la propiedad de los operadores interesados en controlar el litio. Este es un rasgo más de la elite (política) del país, que no se da por enterada de los procesos que se viven a escala mundial y de alguna manera ha optado por la comodidad de hacer lo mismo que en últimos cuarenta años en materia de concesión de materias primas, ya que posiblemente resultaba fatigoso ser un actor activo en la nueva industria de la electromovilidad.
En tal sentido, Chile se mantiene en la misma senda que le ha permitido prácticamente cuadruplicar su producto interno bruto en poco más de dos décadas, por medio de su política de regionalismo abierto, sin que consiga percatarse que, además de estar en la denominada “trampa del ingreso medio” -que de alguna manera le impide llegar a ser una economía avanzada-, el mundo está reestructurándose vertiginosamente a través de cambios paradigmáticos de desarrollo, y sobre todo tensionando a los actores mundiales que se están disputando el poder en la arquitectura económica mundial.
Ello acontece en momentos en que las democracias liberales pierden influencia y eficacia en materia económica, tendiendo a ser irresponsables con la estabilidad mundial, ya que han enarbolado las banderas del populismo. En efecto, la ausencia de sentido político y visión de un futuro común están cediendo a los nuevos nacionalismos que miran las relaciones internacionales con desconfianza. Todo ello indica que muy posiblemente se requiera un nuevo pacto social al interior de las democracias y con ello se irradie el debilitado sistema internacional.
Pero lo señalado no resultará fácil. Miremos el proceso del Brexit. En marzo debe iniciarse la retirada del Reino Unido de la Unión Europea, siendo este el hito que sin duda estará en el centro de atención mundial ya que no solo afectará a las economías y la convivencia en Europa, sino que traerá consigo dudas respecto a la responsabilidad de la voluntad popular expresada en la salida del pacto político.
El Brexit repercutirá también en el sistema financiero mundial y exacerbará los ánimos de quienes verán la pérdida de influencia de Europa en general y la expansión de la agenda de seguridad mundial, ya que en el contexto de la salida de Reino Unido muy posiblemente se revivan conflictos independentistas y migratorios. En este contexto, mantener una política exterior en Chile solo con lineamientos tendientes al intercambio comercial va a resultar anacrónico, no porque sea irrelevante para nuestra economía, sino porque pareciera que no nos hemos percatado de los enormes desafíos a los cuales asistimos.
Siempre en el día de año nuevo se renuevan esperanzas, no obstante, no hay muchos elementos que nos permitan albergar optimismo respecto al ajuste tectónico de las fuerzas mundiales. Aunque Chile es una potencia media con poca capacidad de influir en la toma de decisiones de las fuerzas globales, no parece existir excusa alguna para no apoyar por medio del multilateralismo toda acción tendiente a la estabilidad mundial, al respeto del derecho internacional y la protección de los derechos de la persona humana. Si entendemos que este es el camino de los perdedores y por razones de estrategia política los relativizamos para encontrar sintonía con alguna potencia mundial, no hay mucho más que hacer más que esperar que se den todas las condiciones para una nueva gran conflagración global.