¿IVAr o No IVAr? Ésa es la cuestión.

Un impuesto al azúcar, o un subsidio a los alimentos que no la contengan, se han demostrado como la medida más efectiva para combatir la obesidad. Hay que tomar en cuenta estos datos robustos y actuar con decisión.

Miércoles 21 de octubre de 2015

¿IVAr o No IVAr? Ésa es la cuestión.
escrito por

Jaime Mañalich, director Instituto de Políticas Públicas en Salud U. San Sebastián

En la última semana se desató una fuerte polémica a raíz de la Resolución N° 80 del Servicio de Impuestos Internos que instruía el cobro de IVA para exámenes de laboratorio, biopsias, radiografías, mamografías y otros procedimientos. La ciudadanía protestó y el Servicio debió eliminar la norma luego de 10 días. ¿Cuál fue la razón del rechazo? El argumento principal no fue que la recaudación fiscal podría aumentar en casi $ 30.000 millones, sino que este impuesto limitaría el acceso de la población, incluidos beneficiarios de Fonasa, a atenciones imprescindibles, cuando la línea de seguridad social trazada es precisamente la contraria; es decir, que haya un mejor acceso y menos gasto de bolsillo al hacerse este tipo de análisis.

Los impuestos son uno de los elementos más relevantes a la hora de poner en práctica políticas públicas. Obviamente, su función fundamental es la de solidarizar los bienes en beneficio de quienes menos tienen. Sin embargo, muchos tributos buscan otros efectos, y merecen especial consideración aquellos que están diseñados para proteger la salud. El ejemplo más típico es el impuesto al tabaco, que es de hecho el instrumento más poderoso para prevenir que los jóvenes empiecen a fumar.

Lo esencial de este impuesto no es la recaudación fiscal, sino paradójicamente, que la gente fume tanto menos que al final, la recaudación caiga. Otro ejemplo: el impuesto a los combustibles o el impuesto al alcohol. Debido a los malos efectos en salud asociados al daño ambiental, se están generalizando impuestos contra la contaminación, como el "impuesto verde" que pagan todos los vehículos nuevos. Algunos países han intentado cambios de conducta en salud con la otra cara de los impuestos, como son los subsidios. Así, se implementan beneficios para la venta de frutas y otros alimentos saludables.

Esta semana se publicó un nuevo SIMCE de Educación Física de alumnos de 8° básico. A pesar que se ha frenado el deterioro histórico en los datos de obesidad y sobrepeso infantil, el problema sigue siendo muy grave. Cuatro de cada diez niños está en categorías de obesidad o sobrepeso. Terminar la adolescencia en estos rangos casi asegura obesidad en la edad adulta, con todas sus complicaciones: Diabetes, Hipertensión, Infarto, disminución de la expectativa de vida, y algunas formas de Cáncer.

La prevalencia de obesidad es más alta en los estratos más pobres. El énfasis debe mantenerse en la educación y la actividad física efectiva, como ya lo mostró con tanto éxito el Programa "Elige Vivir Sano" (hoy prácticamente abandonado). Es posible que la próxima adopción, demasiado lenta, de la prohibición de venta de alimentos inconvenientes en los kioskos de las escuelas también ayude.

Sin embargo, no es suficiente. Pareciera que ha llegado el momento de enfrentar la realidad: el azúcar refinado es dañino para la salud, y su consumo debiera ser limitado. Un impuesto al azúcar, o un subsidio a los alimentos que no la contengan, se han demostrado como la medida más efectiva para combatir la obesidad. Hay que tomar en cuenta estos datos robustos y actuar con decisión. Incluso desde el punto de vista económico, esta acción es rentable al generar con un mínimo costo una disminución de los gastos en salud futuros.

Quizás este SIMCE que quiebra la tendencia al deterioro es una señal de esperanza. Sin embargo, la epidemia de la obesidad que se cierne sobre nuestros jóvenes exige más acciones.

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