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Impacto económico y social del cambio climático en Chile
Siendo un fenómeno inevitable, es tarea tanto del sector público como privado desarrollar acciones que preparen al país para enfrentar el calentamiento global que tendrá impactos en especial en los grupos más vulnerables.
Viernes 1 de diciembre de 2017
Durante noviembre, se llevó a cabo la COP23, la cumbre del clima de las Naciones Unidas. Esta reunión ha generado expectación, luego de la salida de Estados Unidos del acuerdo de París, lo que comprometió la viabilidad de los compromisos adoptados en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
¿Cómo algo que parece tan lejano, e involucra a las más altas esferas mundiales, puede afectar a un país relativamente pequeño como Chile? La verdad es que mucho, y especialmente a nuestro país, dada su multiplicidad de climas a lo largo del territorio, cuantiosas reservas de agua dulce y existencia de especies endémicas. Estas características hacen de Chile un foco de atención en materia de adaptación a las consecuencias de un aumento constante de la temperatura mundial en los próximos 20 años.
Las consecuencias directas del cambio climático en agricultura, sector forestal y miticultura atacan en primer lugar al sector primario, que es ejecutado muchas veces por pequeños parceleros o empresas familiares.
Pero el cambio climático no solo tiene consecuencias en una dimensión natural. Debido a la alta dependencia de nuestro país en la explotación de recursos naturales, sus impactos abarcan también una dimensión económica y social.
La agricultura de la zona central es altamente dependiente de condiciones climáticas favorables y un flujo constante de agua para riego, factores que se ven comprometidos ante escenarios de sequías o eventos extremos como olas de calor, los cuales pueden agravarse ante un escenario pesimista de aumento de las temperaturas.
Por otro lado, el sector forestal que predomina en la zona del Biobío se ve comprometido ante un aumento del riesgo de incendio forestal, con las consecuencias que todos conocemos. Más al sur, las actividades de miticultura se ven comprometidas por un fenómeno casi invisible: la acidificación del océano. El aumento de los gases de efecto invernadero también aumenta la acidez del mar, lo cual afecta especialmente a los moluscos, degradando sus conchas y haciéndolas más frágiles.
Afecta a más vulnerables
Los impactos económicos son claros, y esto se agrava al agregar un componente social: las consecuencias directas del cambio climático en agricultura, sector forestal y miticultura atacan en primer lugar al sector primario, que es ejecutado muchas veces por pequeños parceleros o empresas familiares, las cuales venden su producto a empresas manufactureras para exportación. Las restricciones de caja o acceso al crédito de estas personas dificultan sus posibilidades de tomar resguardos ante la pérdida de su producción por un evento extremo o sequías prolongadas. Aquí alguien podría decir “hagamos que estas personas puedan desarrollar otra actividad menos vulnerable”, pero no es tan fácil. ¿Podemos pedir de un día para otro a un agricultor que se dedique a otra cosa, si esto es lo que ha hecho toda su vida (y tal vez sus padres y abuelos hicieron lo mismo)? La pregunta se responde por sí sola.
Nuestra estrategia debe estar enfocada en la adaptación a las potenciales consecuencias del cambio climático, con el fin de aminorar los impactos económicos y sociales que, ya vimos, afectan especialmente a nuestro país.
Tal vez hasta el momento estas palabras han sido pesimistas respecto del escenario de nuestro país para los próximos años. Pero la verdad es que aún estamos a tiempo de hacer algo. El problema del cambio climático tiene consecuencias a largo plazo, pero las decisiones se deben tomar hoy. Si bien la mitigación (reducción de gases de efecto invernadero) es tarea de todos, nuestro país aporta poco a este problema, en comparación a países como China o Estados Unidos. Nuestra estrategia debe estar enfocada en la adaptación a las potenciales consecuencias del cambio climático, con el fin de aminorar los impactos económicos y sociales que, ya vimos, afectan especialmente a nuestro país.
¿Qué estamos haciendo hoy para enfrentar el problema? Nuestro país actualmente tiene compromisos gubernamentales activos en materia de adaptación al cambio climático, reflejado en sus planes de acción sectoriales. Pero no solo las acciones las está llevando a cabo el Estado: hoy existe un creciente interés de parte del sector privado para llevar a cabo proyectos “verdes”, principalmente en los sectores de minería y agricultura, fuertemente dependientes de la disponibilidad de agua.
Casos como plantas desaladoras en la zona norte, o iniciativas de reciclaje de agua para uso agrícola en la región de Valparaíso son algunos ejemplos de un aumento del protagonismo del sector privado en estos proyectos, que cada vez son más rentables.
Es importante estar atentos a los posibles impactos del cambio climático sobre la geografía de nuestro país, que puede comprometer la eficiencia de estas fuentes no convencionales.
Por otro lado, un aporte importante ha sido la irrupción de las energías renovables no convencionales.La baja de los costos de generación de ERNC ha hecho de estas una alternativa viable a opciones tradicionales como la termoeléctrica, dependiente de petróleo o carbón y para nada amigable con el medio ambiente, o centrales hidroeléctricas que dependen de la disponibilidad de agua. Los resultados de esto son evidentes: se espera una baja del costo de la electricidad en los próximos años, a una tasa de generación mayor de energías limpias. De todas formas, es importante estar atentos a los posibles impactos del cambio climático sobre la geografía de nuestro país, que puede comprometer la eficiencia de estas fuentes no convencionales.
Dadas las circunstancias políticas, tal vez el cambio climático sea difícil de detener en el corto plazo (y tal vez en el mediano también), pero sí podemos hacer algo hoy para estar preparados, tomar los resguardos y acciones que permitan reducir las potenciales consecuencias, y esto no es tarea de unos pocos, o del Estado, o del privado por separado: todos debemos colaborar con nuestras capacidades en una estrategia común que nos permita adaptarnos a algo que probablemente es inevitable.