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Accidente cerebrovascular, un silencioso y peligroso enemigo
Conocer los llamados “factores de riesgo” y el control de los mismos, permite disminuir la ocurrencia de esta afección, ya que muchos de ellos están relacionados con el estilo de vida.
Miércoles 5 de octubre de 2016
En Chile se registran alrededor de 25 mil accidentes cerebrovasculares, de los cuales el 25% termina con la vida de los afectados. Se trata de una brusca interrupción del flujo sanguíneo a un área específica del cerebro, que puede ser producida por oclusión o ruptura de un vaso sanguíneo cerebral.
Los accidentes cerebrovasculares se dividen en dos tipos: Isquémico: comúnmente conocido como infarto cerebral. Corresponde al 80% de los casos de accidente cerebrovascular y se debe a la oclusión de alguna de las arterias que irrigan el cerebro, generalmente por arterioesclerosis o bien por un émbolo (embolia cerebral); y Hemorrágico: también conocido como hemorragia cerebral o apoplejía. Corresponde al 20% de los casos de ACV y se debe a la ruptura de un vaso sanguíneo encefálico debido a la hipertensión arterial, a un aneurisma cerebral, etc.
La hemorragia provoca el accidente vascular por dos mecanismos: por una parte, priva de riego sanguíneo al área cerebral dependiente de esa arteria y, por otra, la sangre extravasada ejerce presión sobre todas las estructuras cerebrales, incluidos otros vasos sanguíneos, lo que aumenta aún más el área afectada.
Conocer los llamados “factores de riesgo” y el control de los mismos, permite disminuir la ocurrencia de esta afección, ya que muchos de ellos están relacionados con el estilo de vida. Entre los factores de riesgo reconocidos como “modificables” tenemos: colesterol alto, tabaquismo, obesidad, consumo de drogas (cocaína, anfetaminas, vasoconstrictores, entre otros) y consumo de alcohol en exceso. También existen factores de riesgo que son catalogados como “no modificables”, entre los que tenemos: edad, sexo, raza y herencia.
Las primeras horas son vitales para disminuir el riesgo de muerte y secuelas, ya que mientras más tiempo pasa el cerebro sin recibir un flujo normal de sangre, mayor será el daño que causa el accidente.
Un aspecto importante es saber cómo se puede detectar a tiempo un ACV. Sus síntomas son muy variados en función del área cerebral que se vea afectada.
Sin embargo, las señales de inicio más frecuentes son: pérdida de fuerza en un brazo o en una pierna o parálisis en la cara; parestesias (hormigueo) o adormecimiento de un brazo, pierna o cara; dificultad para expresarse, entender lo que se le dice o lenguaje ininteligible; dificultad al caminar, pérdida de equilibrio o de coordinación; dolor de cabeza brusco, intenso e inusual, casi siempre acompañado de otros síntomas; pérdida de la visión en uno o ambos ojos; amnesia, confusión; vértigo, mareos; crisis epilépticas; compromiso de conciencia; náuseas y vómitos. También se pueden dar combinaciones de los síntomas y signos anteriores.
En general, se calcula que del total de pacientes afectados, el 50% queda con algún grado de discapacidad, el 25% recupera su vida previa y el 25% restante muere.
Tomar conciencia respecto del control de los factores de riesgo relacionados con mantener estilos de vida saludables, informarse acerca de los signos y síntomas que aparecen con el curso de esta enfermedad y actuar a tiempo, pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.