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El jaque a las escuelas de medicina
Como miembros de una de las universidades que más médicos aporta al sistema público del país, cabe preguntarse: ¿Tendrán que enseñar esta nueva realidad todas las facultades de medicina? ¿Podrán existir universidades que, por su visión antropológica, no deseen enseñar tales prácticas? ¿Podrán objetar los internos esta práctica? ¿Será la gratuidad un criterio que determinará obligación de impartir la enseñanza del aborto?
Jueves 6 de julio de 2017
Hace unos días, Monseñor Fernando Chomalí publicó a través de un medio escrito de circulación nacional una columna titulada “El jaque a las escuelas de medicina y otros temas”. Al respecto, nos parece oportuno sumarnos a sus palabras cuando plantea el gran dilema ético que existirá para los estudiantes de medicina y sus facultades: impartir y enseñar prácticas que van en contra de los fines de la Medicina, como las que se plantean en el proyecto de ley sobre la despenalización del aborto en sus tres causales, actualmente en tramitación en la Comisión de Constitución del Senado.
En relación a lo anterior, y como miembros de una de las universidades que más médicos aporta al sistema público del país, cabe preguntarse: ¿Tendrán que enseñar esta nueva realidad todas las facultades de medicina? ¿Podrán existir universidades que, por su visión antropológica, no deseen enseñar tales prácticas? ¿Podrán objetar los internos esta práctica? ¿Será la gratuidad un criterio que determinará obligación de impartir la enseñanza del aborto?
Llama la atención la liviandad con que se ha tomado este tema, el cual cambia radicalmente los fines de la medicina. Por cientos de años, el fin primordial de la actividad médica ha sido cuidar, respetar y proteger la vida humana, y como muestra del compromiso con tales principios es que todos los médicos de Chile han jurado no dar a ninguna mujer supositorios destructores, mantener sus vidas, alejados de la culpa.
El actual proyecto de ley no sólo termina con la vida humana en su momento de mayor vulnerabilidad y abandona a las madres en su soledad, sino que también destruye uno de los más nobles fines de la medicina: proteger la vida humana.