El perfil epidemiológico y demográfico en Chile evidencia logros sanitarios alcanzados en términos de reducción de mortalidad materna infantil y aumento de la esperanza de vida. Este escenario trae consigo nuevos desafíos sanitarios, dados por la baja tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida. Por lo que la pregunta que surge es ¿cómo nos hacemos cargo del envejecimiento poblacional y las consecuencias que trae consigo el aumento de mayor carga por enfermedades crónicas no trasmisibles?

Según estudios realizados por el Ministerio de Salud de Chile, señala que se pierden más años por discapacidad que por muerte prematura traduciéndose en una amenaza para la sustentabilidad del desarrollo humano, social y económico.  Por esta razón se hace necesario reflexionar cómo nos hacemos cargo de los diversos problemas de salud que afectan hoy a la población y cómo enfrentaremos los problemas sanitarios que se proyectan en el futuro.

En ese contexto, al observar envejecimiento poblacional y los grados de vulnerabilidad, dependencia y discapacidad que ello genera, no existirá un sistema sanitario que pueda enfrentar los desafíos en salud pública, y lo que es peor, no existirá billetera fiscal que se pueda hacer cargo de esta problemática.

Actualmente, según las Estadísticas de la OCDE sobre la salud 2014 muestra que la oferta de trabajadores de la salud en Chile es baja comparada con otros países de la OCDE. Por otra parte el registro nacional de la superintendencia de salud evidencia la inequidad en la distribución de los profesionales y la escasez de especialistas entre sector público y privado. Lo que genera observa un triple desafío:

1.- La formación de profesionales qué den respuesta a los requerimientos actuales de salud, a través de la actualización de los programas de estudios permitiendo con ello el desarrollo de habilidades y competencias adecuadas que permitan obtener la expertise necesaria para prestar servicios de salud de alta calidad, con enfoques más centrados en los pacientes y de trabajo en equipo

2.- Transversalizar la gestión del cuidado universal en salud, no sólo en profesionales de la salud si no también hacerla extensiva en todos los planes de estudios universitarios.

3.- Empoderar a la comunidad a través de programas que inicialmente alfabeticen a las personas en salud (Programa de Paciente Empoderado) y fortaleciendo el modelo de salud familiar a través de la formación promotores de la salud en los distintos espacios comunitarios que se transformen en agentes sanitarios que puedan generar educación entre pares empoderando a los individuos en el autocuidado.