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Otro urbanismo es posible
Chile vive desde octubre de 2019 un proceso de transformación política sin precedentes. Es una gran oportunidad para soñar con una nueva urbanidad. Llegó el momento y sería realmente un despropósito no tomarlo.
Lunes 19 de julio de 2021
Para ello, se hace necesario retomar algunos puntos, al parecer olvidados o tal vez, nunca se tomaron en cuenta o quisieron ver. El urbanismo no es técnica, es política: es una visión, un proyecto y tiene vocación transformadora.
Michel Foucault en numerosas ocasiones ha explicitado cómo la arquitectura y el urbanismo son un modo de organización política. Sin negar la complejidad técnica del urbanismo, se insiste en su carácter político dado que ante todo regula y orienta el desarrollo de la ciudad en una determinada dirección, siguiendo un proyecto que necesariamente es político. Por lo tanto, no como una técnica derivada de la arquitectura, sino como una dimensión de la política.
Lamentablemente, la academia y el ámbito profesional han permanecido ajenos a esta realidad, centrándose exclusivamente en la dimensión estética de la disciplina.
Del urbanismo zonificador tradicional se tiene que dar paso a un nuevo urbanismo que incide más en la forma de producir, que en la propia naturaleza de aquello que se produce. Históricamente el urbanismo se ha pensado como una herramienta para anticipar el futuro, reduciendo incertidumbre. Y hoy, más que nunca, se debe pensar en un urbanismo necesariamente diferente: más flexible, coral y dinámico, con elementos de corrección en tiempo real y evaluable.
Una forma de hacer ciudad en que el proceso pesa tanto o más que el resultado, la construyen consensos y se toman decisiones, tanto el propio contenido de estas decisiones, donde la lección deja paso a la conversación y donde el planeamiento queda desatado administrativa vigente y de sus corsés temporales, representados por los ciclos electorales y el corto plazo como horizonte de intervención.
Una administración que hasta ahora se ha limitado a planificar, arreglar y controlar el cumplimiento de la ordenación a partir de una lógica basada en la eficacia indiferenciada, tiene que evolucionar para poder dar respuestas singulares.
Revisar algunos “dogmas” de la praxis urbanística: el concepto de crecimiento; el plan como instrumento omnicomprensivo e inalterable; el papel y la visibilidad de la plusvalía; el principio de eficacia indiferenciada. También dejar de lado antiguos preceptos y desarrollar estrategias e instrumentos de “De(s)”: Regenerar, reciclar, rehabilitar, reactivar, reconvertir, reinventar, y desclasificar, descalificar, de-construir, etc. Ser términos que definan este nuevo glosario.
Se trata de sumar, de aportar una mirada complementaria, no siempre necesariamente sustitutiva del urbanismo que se ha hecho hasta la fecha, ya que las nuevas formas de urbanismo apuntan en direcciones sugerentes pero al mismo tiempo evidencian significativas limitaciones para recuperar. Tener la capacidad de oír el sonido agudo de los problemas de la ciudad que parecemos haber perdido.
Si, tal y como afirma Joan Busquets, el ser humano, como ser social que es, está creando nuevas formas de urbanidad, y deberíamos saber interpretarlas y crear procesos y formas urbanas para estas nuevas condiciones. Un nuevo urbanismo que esté en clave de sostenibilidad y de justicia espacial.
Otro urbanismo es posible, donde el timón de las transformaciones de la ciudad vaya permanentemente ligado al bien común y el interés general.