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Siria: el retiro de tropas estadounidenses que no es
Considerada como una de las contiendas más sangrientas del breve siglo XXI, las hostilidades en Siria devinieron de una mediatizada y falsa conflagración interna en 2011 a un enfrentamiento entre potencias globales y regionales, que han hecho del país terreno para sus disputas.
Martes 5 de febrero de 2019
“Yo nunca dije si la retirada sería rápida o lenta. Nunca dije que voy a salir mañana”, manifestó el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, luego que se anunciara oficialmente que las tropas de su país que operan en Siria se retirarían del terreno. El mandatario estadounidense reiteró que el proceso de repliegue se realizará de forma paulatina y podrá tomar un largo tiempo para completarse. Esta ralentización se debe a la respuesta por la presión doméstica, donde Trump acordó extender el plazo para el retiro de miles de tropas estadounidenses de la provincia siria de al-Hasaka.
Los belicistas y halcones han criticado a Trump con argumentos inverosímiles para mantener la presencia de las fuerzas estadounidenses en Siria. Los ataques a Trump se justifican principalmente con el pretexto de proteger a los aliados de Estados Unidos -los kurdos- del posible exterminio de los turcos.
La decisión del mandatario fue recibida con frialdad y críticas desde ambos lados del bipartidismo estadounidense, llegando incluso a ser cuestionando por supuestamente debilitar la posición de Estados Unidos en el Medio Oriente.
¿Fue esta decisión tomada con los mandos militares o ignorando su opinión?, reclamó el senador demócrata Tim Kaine, mientras que el republicano, Marcos Rubio dio casi por sentado que la salida de Siria ha entregado el país a Rusia e Irán. Es por ello que el asesor de seguridad nacional del presidente estadounidense, John Bolton, aseguró que la retirada militar de Estados Unidos de Siria está condicionada a la derrota de los remanentes del grupo extremista Estado Islámico y a que Turquía garantice la seguridad de los combatientes kurdos aliados con Estados Unidos.
¿Pero no fue el propio Trump que anunció el retiro de sus tropas manifestando que habían vencido al Estado Islámico? Un Estado Islámico apoyado por el propio Estados Unidos con el objetivo de desestabilizar y balcanizar la región del Levante entre muchas otras causas.
Por ello resulta una inverosímil excusa que no se retirarían en aras de respaldar la lucha contra el terrorismo mediante ataques precisos, mientras el Ministerio de Defensa sirio denunció el desplazamiento de militares estadounidenses hacia la región sur del país, contrario al repliegue definitivo de su territorio, lo que constituye una violación de los acuerdos alcanzados.
Considerada como una de las contiendas más sangrientas del breve siglo XXI, las hostilidades en Siria devinieron de una mediatizada y falsa conflagración interna en 2011 a un enfrentamiento entre potencias globales y regionales, que han hecho del país terreno para sus disputas.
La participación directa de Estados Unidos al conflicto, al menos oficialmente, inició en septiembre de 2014, comandando una coalición con países europeos, Israel y Arabia Saudita, siendo sus primeras acciones el bombardeo de objetivos yihadistas, como también a las fuerzas leales al Gobierno de Bashar Al-Assad, cuya familia gobierna Siria desde 1971 y está en la mira de Washington para su derrocamiento.
En un escenario de múltiples actores e intereses, y luego de siete años de guerra, particularmente por la consolidación de las fuerzas de Damasco en casi todo el país luego de la intervención directa de Moscú, con al menos unos 63 mil soldados movilizados desde 2015, según el Ministerio de Defensa ruso.
La decisiva entrada del Kremlin -junto con la participación de Irán y las milicias libanesas Hezboallah- en control de la estratégica base militar en Tartus en la costa este siria y clave para el acceso de la Armada rusa al Mediterráneo- tomó por sorpresa a Washington, que ha modificado sus posiciones a lo largo de la contienda.
Con 5 mil soldados en Irak y más de 7 mil en Afganistán, sumado a una amplia red de bases militares en ambos Estados, difícilmente sea el fin de la intervención del Pentágono en Siria.
No es creíble la idea de que el Estado Islámico fuese derrotado por Estados Unidos, entre otras cosas, por los vínculos que aún persisten entre fuerzas estadounidenses y sus aliados, con algunas organizaciones yihadistas en Siria, principalmente el Frente al-Nusra, grupo ligado a Al Qaeda, fuerzas que buscarían demoler el Estado sirio con la venia del Pentágono, una misión aún inconclusa.
Este polémico doble juego, ya habría sido conocido en la opinión publica estadounidense, luego de que investigaciones del New York Times y The Washington Post publicadas en 2016, informaran sobre el posible uso de fondos federales para financiar grupos yihadistas.
Este mismo año, la congresista demócrata por Hawaii, Tulsi Gabbard, propuso la “Stop Arming Terrorists Act”, una iniciativa de ley para que el Congreso prohibiera el uso de dinero, armas, entrenamiento o información de inteligencia con organizaciones terroristas. Las presiones en torno al mandatario estadounidense por la decisión aumentaron por la necesidad de mantener nuevas guerras por parte del complejo militar industrial, intereses de facto que hacen lobby entre los pasillos de Washington para que vuelva al redil de guerra en Siria.
El poderoso Deep State -Estado Profundo- quiere guerra y no están interesados en la retirada de las tropas. Trump de seguro casi no podrá contar con apoyo alguno desde el Congreso, contando solo con senadores que han sido críticos con las políticas sobre Siria, como Rand Paul y Mike Lee y también la legisladora Tulsi Gabbard, que apoyaron la medida que no se cumplirá.
En tanto, Israel y Arabia Saudita, ambos aliados de Estados Unidos y activos actores en el conflicto sirio comparten entre sus metas terminar con Al-Assad pero, sobre todo, contener la influencia de Teherán en la región.