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Afectividad, clave para postergar las relaciones sexuales
Aquello permite que la sexualidad sea vista en definitiva como una herramienta para construir y solidificar relaciones amorosas y no favorecer su uso con el riesgo de que sea fuente de sufrimiento.
Miércoles 30 de septiembre de 2015
Diversos estudios a nivel nacional e internacional muestran que la incidencia de las relaciones sexuales durante la adolescencia temprana e intermedia, es decir, entre los 13 años y 16 años, han registrado un significativo aumento desde los años 70.
Este inicio precoz de la sexualidad tiene múltiples factores causales de tipo psicosociales. En primer lugar, en el plano cultural, se puede mencionar el desarrollo de un nuevo modelo de sociedad que ha propuesto la denominada modernidad líquida (Bauman, 2011), donde las relaciones de intimidad, protección y confianza se han perdido en casi todos los frentes del quehacer humano, junto a modelos parentales confusos respecto de la forma de aplicar y desarrollar las estrategias de crianza que faciliten el crecimiento psicológico y social saludable tanto de niños como de jóvenes.
Muchos adolescentes, en este escenario, pueden sentir la necesidad de querer fugarse de su adolescencia, con el propósito de evitar sentir la angustia de depender de aquellos que muchas veces no pueden cuidar ni atender la propia vida. Muchos de estos adultos son definidos como adolescentes, es decir, con partes psicológicas y sociales propias de la adultez, pero con serios conflictos de la propia adolescencia no resueltos.
En un segundo lugar, dentro del plano estrictamente psicológico, las causas están vinculadas a una baja autoestima, inseguridad, fuertes sentimientos de soledad, temor al rechazo, bajas aspiraciones educacionales, impulsividad o déficit en su control, mala relación con los progenitores y educadores, ausencia de creencias solidarias y alejamiento de compromisos con la vida religiosa o espiritual (Zegers,2003).
Existe consenso respecto de que las relaciones sexuales tempranas son poco recomendables, pues tienden en este marco mencionado a aumentar la probabilidad de que sean una experiencia generadora de frustración y desilusión, generando fuertes sentimientos de angustia, la que finalmente debilita el ajuste social. Sin embargo, sabemos que será difícil para cierto número de adolescentes detenerse a pensar acerca de los riesgos, tanto psicológicos como sanitarios, en esta materia sin la ayuda y orientación de la generación adulta que los rodea. Sólo desde este encuentro podremos revisar y/ proponer mejores planes y programas preventivos respecto del desarrollo de la sexualidad adolescente.
La investigación muestra que colocar en el centro de lo educativo la afectividad y la forma de construir vínculos amorosos saludables, con fuerte énfasis en integrar el respeto en primer lugar por el propio cuerpo, a sí mismo y a los otros, permite orientar las conductas hacia lo adaptativo. Aquello permite que la sexualidad sea vista en definitiva como una herramienta para construir y solidificar relaciones amorosas y no favorecer su uso con el riesgo de que sea fuente de sufrimiento.
La invitación es a pensar de forma más global y profunda respecto de la salud sexual de nuestros adolescentes. De este modo, se debe comprender que el debate sobre el uso de la píldora del día después es sólo uno de los temas relevantes para esta población y que, por cierto, debe estar inserto en políticas más amplias.