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La ambivalencia de ser padre en la adolescencia
Por un lado, refuerza el papel masculino clásico de la procreación y, por otro, es lo opuesto en el sentido de que no se relaciona con los ideales de libertad y autonomía, tan propios de la adolescencia...
Martes 16 de junio de 2015
Desde hace unos 35 años los estudios relativos al papel que desempeña el padre en el desarrollo psicológico y social del bebé, han generado mayor interés para los investigadores de las ciencias psicológicas y sociales. Sin embargo, la paternidad en la adolescencia es un tema escasamente delineado, en especial si se compara con la maternidad en la misma etapa.
En primer lugar, podemos señalar que la adolescencia es un período de grandes transformaciones físicas, psicológicas y sociales, las cuales disponen de un cierto orden para permitir la llegada hacia el mundo adulto propiamente tal, de una forma suficientemente saludable.
La llegada imprevista, en la mayoría de las ocasiones, de la paternidad modifica este proceso. Esto ya que se rompe el circuito de dependencia de las figuras parentales de cuidado, acelerándose la autonomía, responsabilidades y deberes propios del mundo adulto. Se produce aquí el primer conflicto, pues estos adolescentes aún necesitan ser sostenidos para continuar sus estudios y comprendidos en sus angustias frente a lo incierto de este nuevo rol social, como también requieren aprender rápidamente a sostenerse en la triada madre-bebé-padre.
Esta situación habitualmente genera una serie de sentimientos de impotencia, angustia y gran confusión, las que pueden llegar a desembocar en la construcción de un padre adolescente ausente de las dinámicas de relación familiar. Así, la experiencia de la paternidad es de gran ambivalencia, pues, por un lado, refuerza el papel masculino clásico de la procreación y, por otro, es lo opuesto en el sentido de que no se relaciona con los ideales de libertad y autonomía, tan propios de la adolescencia.
Para muchos adolescentes ser padre es por cierto un logro, una alegría, pero a la vez una pérdida (Fuller, 2000) como también incertidumbre y reelaboración de sus proyectos de vida.
Estos cambios han sido estudiados por los investigadores, pudiendo apreciarse que aún se mantiene la presencia de padres adolescentes ausentes, como también hay en el mundo adulto, pero se ha observado una tendencia al cambio, es decir, se ha visto que existen muchos que participan activamente del cuidado emocional de sus hijos y de la crianza en sí misma, esto dado por numerosos cambios sociales vinculados al nuevo papel que cumplen hombres y mujeres en nuestra sociedad.
El involucramiento del padre en la crianza tiene efectos positivos para el desarrollo saludable de las funciones cognitivas en la infancia, pues se asocia a mejores rendimientos escolares, como también a la adquisición de mejores comportamientos que favorecen el ajuste social, entre otros beneficios. Por este motivo, se requiere un esfuerzo sostenido para apoyar a los jóvenes que viven una paternidad sorpresiva. Ello para permitir que, aun adelantando procesos madurativos, puedan lograr facilitar en sus hijos e hijas una infancia con oportunidades de inclusión y desarrollo de los talentos.