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Leonardo da Vinci: El genio que se forjó a sí mismo
A diferencia de otros genios tocados por el don de una mente privilegiada, asombra saber que el genio de Leonardo era humano, forjado por su propia voluntad y ambición.
Sábado 11 de mayo de 2019
Hace 500 años, en mayo de 1519, moría en Francia, Leonardo Da Vinci (67 años). Una infinidad de actividades están previstas durante el año para conmemorar el quinto centenario de su fallecimiento.
No solo es visto como el genio ícono del saber universal; ninguna disciplina le fue ajena. También es visto como el genio que no distinguió entre arte, humanidades, ciencia, innovación y tecnología, sino que las combinó.
Su legado es invaluable. Allí están una veintena de cuadros, muchos de ellos obras maestras de la pintura universal, varios códices que son verdaderos tratados científicos y sus famosos cuadernos con más de siete mil páginas llenas de bocetos y notas escritas.
Hijo natural de un notario y una joven madre campesina, nada, al principio, parecía augurarle a Leonardo un brillante porvenir. Su origen lo dejó sin derechos y fuera del oficio paternal. Apenas tuvo estudios formales. Pero la fortuna giró a su favor. Ya en Florencia, como aprendiz, Leonardo daría rienda suelta a su espíritu libre e inquisitivo, persiguiendo sus propias pasiones creadoras. Y de ahí la inmortalidad.
En Leonardo el contexto ayudó de sobremanera a encenderlo. Una familia que le fomentó la libertad de espíritu. El privilegio de vivir en Florencia, cuna del renacimiento y cuyo esplendor albergó a los mejores de la época. También el auge de un ambiente creativo que favoreció a jóvenes talentosos e independientes como él. Sin embargo, será la personalidad de Leonardo (en sus talentos, obsesiones y atributos) la llave maestra que desató definitivamente su genio.
¿Entre sus cualidades más sobresalientes?, una curiosidad sin límites, así como una persistente compulsión por explorar y aprenderlo todo; enormes dotes de observación; una agudísima imaginación; un afán por experimentar y una pasión lúdica por investigar y documentar.
Obsesivo por la perfección, estaba continuamente mejorando. Su formación fue básicamente autodidacta. Y nunca dejo de cultivar su mente. A diferencia de otros genios tocados por el don de una mente privilegiada, asombra saber que el genio de Leonardo era humano, forjado por su propia voluntad y ambición. Es decir, se basó en habilidades que podemos también a aspirar y mejorar por nosotros mismos y de disfrutarlas en nuestros hijos. De Leonardo queda muchísimo por aprender todavía, una de las mentes más excelsas de la historia.
Vea la columna en El Austral de Osorno