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Venezuela, hacia la hora decisiva
Lunes 24 de julio de 2017
Durante julio tienen lugar -entre muchas otras cosas que ocurren con menos planificación- dos importantes procesos en Venezuela. El domingo 16 se desarrolló la consulta popular de los opositores a Nicolás Maduro, que procuran fijar un itinerario de salida del gobernante, en medio del desprestigio creciente de su administración, la pérdida de popularidad y el recrudecimiento de la represión. El domingo 30, por su parte, se realizará -salvo que ocurra otra sorpresa- la elección para la Asamblea Constituyente, que procura reformar el régimen constitucional venezolano, pero sobre todo desea mantener a las actuales autoridades en el poder. Todo esto ocurre tras más de cien días de protestas continuas, que llevan una cifra de un centenar de muertos, con una polarización que parece no tener fin.
¿Qué ocurrirá en Venezuela después de estos procesos? ¿Se abrirá el camino a una transición democrática o se consolidará la dictadura de Maduro? ¿Nacerá un período de paz o bien continuarán las manifestaciones de violencia, la represión y las muertes? La respuesta a estas interrogantes no es fácil y la experiencia invita a mirar el tema con cautela, incluso con pesimismo. Es que ya son demasiados años de luchas sin solución, de vulneración de los derechos constitucionales, de una destrucción progresiva de la democracia y las bases de la convivencia social. Sin embargo, ahí donde aparece una oportunidad, vale la pena aprovecharla.
El llamado a plebiscito de la oposición este domingo 16 fue manifestación de un cierto voluntarismo y una convicción a toda prueba. Sin las bases organizativas bien dispuestas, contra el Ejecutivo y en condiciones adversas, la oposición venezolana decidió convocar a sus compatriotas a las urnas, para manifestar públicamente el rechazo a la gestión del Gobierno y la necesidad de comenzar una nueva etapa en la historia del país. Desde temprano se podían apreciar numerosas personas haciendo filas para poder votar, en un ambiente desafiante, pero también festivo, expresión de una democracia que surge de las bases sociales opositoras. El plebiscito contenía tres consultas:
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¿Rechaza y desconoce la realización de una Constituyente propuesta sin la aprobación previa del pueblo de Venezuela?
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¿Demanda a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana obedecer y defender la Constitución del año 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional?
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¿Aprueba la renovación de los poderes públicos, así como la realización de elecciones libres y la conformación de un gobierno de unión nacional?
La oposición agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) responde afirmativamente en los tres casos. Sin embargo, el tema no era un asunto jurídico, o un plebiscito “no vinculante” como acusó el Gobierno, o la evidente no legalidad del mismo. Se trataba de crear un hecho político y la oposición lo logró. Votaron más de siete millones de venezolanos y el plebiscito tuvo impacto internacional.
El problema podría haberse resuelto antes por la vía democrática, si el Presidente Maduro hubiera convocado al referéndum revocatorio que pidió parte importante del pueblo el año pasado. Esto habría facilitado lo que se puede llamar la solución democrática ante el conflicto político. Era una fórmula sensata, establecida en la Carta Fundamental, que fue finalmente desechada por un gobernante que aparece cada vez más solitario.
Desde ahí en adelante la situación se ha polarizado y nada indica el fin de la conflictividad. De hecho, desde hace algunos meses se comenta sobre la eventual resolución armada del conflicto, por la vía de un golpe de Estado o una guerra civil. Tras el plebiscito, hay una nueva complejidad: la oposición -además del llamado a una paralización general por 24 horas, que se realizó este jueves 20- anunció la creación de un Gobierno paralelo, de unidad, todo lo cual parece parte de una gran novela surrealista con ambientación política. Pero es la realidad de Venezuela este 2017. No es primera vez en la historia que hay gobiernos paralelos en una sociedad, pero habitualmente ocurre en las guerras civiles.
Ahora corresponde esperar lo que suceda el próximo domingo 30. La elección de una Asamblea Constituyente y la fórmula específica adoptada por el régimen han sido medidas arriesgadas, destinadas a consolidar el poder político del propio Maduro, sin las trabas del sistema de separación de poderes. Se ve que la Asamblea Nacional es molesta al gobernante, que ha encontrado un camino para evitar su influencia. Sin embargo, la novedad de los últimos días son los llamados de la comunidad internacional, específicamente de la Unión Europea, que pidió al régimen no realizar su elección constituyente, para buscar acuerdos que eviten males mayores.
La misma tozudez y ambición desmedida de Maduro ha llevado a una histórica movilización popular en su contra, y es seguramente lo que no hará cambiar el camino trazado por el régimen. Hoy existe la convicción de que sólo un pueblo movilizado puede impedir la entronización definitiva de una dictadura. Sin embargo, el final de esta historia resulta impredecible, y combina las esperanzas de muchos con los peores presagios.