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Honecker, la conexión Santiago-Moscú Berlín
1990 había sido un año de grandes sorpresas, y el refugio de Honecker en la embajada chilena en Moscú era una de esas. Se empezaba a modificar la forma y naturaleza de las relaciones internacionales.
Domingo 20 de diciembre de 2020
Hace 29 años, Erich Honecker ingresó a la embajada chilena en Moscú, desatando un problema complejo y sorpresivo para el gobierno de Aylwin. Nadie imaginaba que el otrora poderoso líder germanooriental junto a su esposa, la impenetrable ministra de Educación, Margot Feist, intentasen escapar de la justicia alemana vía Chile.
1990 había sido un año de grandes sorpresas, y el refugio de Honecker en la embajada chilena en Moscú era una de esas. Se empezaba a modificar la forma y naturaleza de las relaciones internacionales. De un mundo enfrentado se transitaba a otro unipolar, con EEUU como única hiperpotencia, según H. Vedrine. La Europa dividida confluía a ideales relativamente compartidos. La Alemania separada por alambradas y campos minados avanzó a potencia unificada. Berlin, la histórica urbe marcada por un muro ignominioso se transformaba en un polo de magnetismo, pletórico de ideas innovadoras.
El año anterior, Honecker había sido expulsado del poder. Era ostensible que ya no comprendía el mundo. Miraba estupefacto la huida de habitantes de la RDA hacia embajadas de Alemania Federal en Praga y Budapest y censuraba esos amistosos encuentros de Gorbachov con Margaret Thatcher y Ronald Reagan. No entendía el cambio de la doctrina Brezhnev (soberanía limitada) a la doctrina Sinatra (cada quien a su manera).
Junto a él se desplomó un modelo con vericuetos poco conocidos y fuerte conexión con el Chile de Allende. Hubo reciprocidades calculadas más hechos fortuitos, que generaron fidelidades y compromisos mutuos. Honecker apeló a eso al pedir asilo.
La literatura especializada no ha logrado cabal comprensión política interna de Alemania oriental y su proyecto identitario llamado sociedad socialista desarrollada (entwickelte sozialistische Gesellschaft). Esta, sin renunciar al relato global soviético, le permitió desarrollar una cierta estatalidad propia (Eigenständigkeit). Tras abrir embajada en Santiago, llegó a tener relaciones diplomáticas con 139 Estados. Chile ayudó a la elite germanooriental a sentirse parte orgánica del mundo y compartir algunos de sus secretos de Estado. Hubo cercanía mutua. En el plano afectivo se incrustó el hecho fortuito que la hija de Honecker, Sonia, contrajo matrimonio con un chileno.
En retrospectiva, suenan interesantes algunas preguntas contra-fácticas, ¿Cómo se hubiese desarrollado esta estrategia de proyección externa si no hubiese existido el gobierno de la Unidad Popular?, ¿Chile y Honecker se encontraron por azares del destino, o éste aprovechó las circunstancias? Mucho permanece aún ignoto.
Tras intensas negociaciones entre rusos, alemanes y chilenos, Honecker se trasladó a La Reina. Su funeral en 1994 fue en completo sigilo.