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Vigencia del mensaje de Juan Pablo II
Tuvo tiempo para estrechar el corazón de los chilenos y tocar con sus palabras el alma de sus habitantes.
Miércoles 5 de abril de 2017
Un otoñal día de 1987, en un avión Jumbo Alitalia, llegó a Chile Juan Pablo II. El Papa finalmente estaba en el país. Veintiún cañonazos y las campanas de las iglesias lanzadas al vuelo marcaron el inicio de la visita. A su paso por Santiago una multitud expresó muestras de júbilo. Era entendible, ya que en dos mil años de cristianismo nunca nos había visitado un Papa.
El paso del tiempo demostró que fue una visita histórica, en seis celebraciones repartió el pan de la palabra, pronunció 27 discursos, participó en siete celebraciones de la Palabra, en cinco eucaristías y en varios encuentros que tuvieron un atronador sentido de celebración.
Recorrió nuestra geografía, resistió los cambios climáticos, navegó por el mar y se contactó con el pueblo mapuche. Su presencia movilizó a cerca de dos millones de chilenos. Trescientas ochenta mil personas asistieron a la eucaristía en Rodelillo, donde el tema fue la familia. Ochenta mil jóvenes se reunieron con él en el Estadio Nacional, una de las jornadas más significativas. A ellos les dijo: “No pueden agotarse en la simple denuncia de los males existentes (han de proponer) soluciones, incluso audaces, no solo compatibles con vuestra fe, sino también exigidas por ella“. El sentido de ese discurso sigue vigente.
Miles de fieles lo aguardaron en el Templo Votivo de Maipú. Más tarde asistió al encuentro con el mundo de la cultura. Una vez más su voz se escuchó fuerte: “Una cultura del ser no excluye el tener: lo considera como un medio para buscar una verdadera humanización integral, de modo que el tener se ponga al servicio del ser y del actuar“.
En la Cepal habló sobre la moralidad del orden económico internacional señalando que tras las cifras se descubre “el rostro viviente y doloroso” de las personas. Para superarlo propuso recurrir al dinamismo de la empresa privada. Su paso por Santiago concluyó con la eucaristía de la Reconciliación, donde cerca de medio millón de personas lo acompañaron en el Parque O’Higgins.
La segunda etapa incluyó seis ciudades en cerca de 60 horas: en Punta Arenas realizó un “Encuentro por la Paz”; en Puerto Montt hizo una travesía por el seno del Reloncavi donde por primera vez en sus 33 peregrinaciones presidió un acto en el mar. Arribó a Concepción el sábado 4 de abril, desde donde ofició una misa dedicada al “Mundo del Trabajo”. Siguió a Temuco donde tomó contacto con nuestras raíces ancestrales. Continuó a La Serena para una eucaristía presidida por la Virgen del Rosario de Andacollo. Antofagasta fue la última en recibirlo. Allí visitó la cárcel para luego oficiar una misa dedicada a la misión de la Iglesia en Chile. En esta ciudad concluyó su visita de 180 horas a Chile donde pese a lo intensa, no mostró signos de cansancio.
Tuvo tiempo para estrechar el corazón de los chilenos y tocar con sus palabras el alma de sus habitantes.