- Usted está en:
- Portada / Columnas de Opinión / Jaime Mañalich
Infraestructura y salud tras 27F
Cada hospital debe tener un mapa de riesgos actualizado, efectuar simulacros de evacuación y tener una línea de comunicación y liderazgo bien definida para enfrentar catástrofe. Los ensayos con Bomberos deben ser frecuentes.
Domingo 1 de marzo de 2015
A días de conmemorarse el 5° aniversario del terremoto-maremoto de febrero del 2010, vale la pena reconsiderar el impacto que este produjo en la infraestructura sanitaria del país.
Las catástrofes que afectan los hospitales son frecuentes. La del 2010 produjo el mayor daño reportado en la infraestructura hospitalaria de un país en toda la historia, con la destrucción de la mayor parte de los hospitales de Maule y un daño significativo en la Regiones Metropolitana, del Biobío, Valparaíso y Araucanía. Si el daño humano fue mínimo, se debe a una sola razón: el heroísmo de los trabajadores de la salud, quienes por ejemplo, evacuaron a niños y recién nacidos del Hospital de Curicó a oscuras, cayéndose en las escaleras, caléntandolos con sus cuerpos, improvisando camillas de hospitalización en camionetas y vans de voluntarios; y entrando una y otra vez en un edifico que se derrumbaba con un ruido ensordecedor.
Que un hospital deba soportar una catástrofe externa es evidente. Allí se atienden las víctimas de incendios, inundaciones, desbordes y sismos. Sin embargo, nuestra infraestructura está obsoleta y reconstruirla con un foco de seguridad es imperativo; y ciertamente, estamos atrasados. Los planes de “normalización” de recintos anticuados no deberían ser parte de la agenda.
A la preparación para catástrofes externas se debe sumar que por sí, los hospitales son lugares de mucho riesgo. Oxígeno concentrado, basuras tóxicas, deshechos biológicos, gases altamente inflamables, estanques de petróleo, fuentes de agua contaminables, enormes instalaciones eléctricas, uso de equipos privados no compatibles con la resistencia del sistema, concentración de agentes infecciosos, bodegas repletas de papel. Y este riesgo existe en un lugar de difícil evacuación, con pacientes conectados a equipos que si fallan, llevan a la muerte. Todo cirujano experimenta una sudoración helada por un simple “pestañeo” de la lámpara quirúrgica que anuncia un corte eléctrico.
Los riesgos internos de mayor importancia son incendios y explosiones. Todavía se recuerda la desgracia que produjo un cilindro con ciclopropano en el hospital Manuel Arriarán, que mató a 4 médicos, 2 niños y produjo secuelas de por vida a otros trabajadores. Recientemente otra explosión sacudió un hospital de niños en México.
Los hospitales deben construirse con las más estrictas normas de seguridad antisísmica; antiincendios y respaldo asegurado frente a falta de suministro eléctrico o de agua.
Cada hospital debe tener un mapa de riesgos actualizado, efectuar simulacros de evacuación y tener una línea de comunicación y liderazgo bien definida para enfrentar catástrofe. Los ensayos con Bomberos deben ser frecuentes.
La mayoría de las catástrofes en los hospitales se deben a factores humanos y falta de vigilancia: un simple anafe prendido en una sala de personal. Sin embargo, hay un avance: el 30% de los incendios en hospitales se debía a colillas de cigarrillos. Hoy eso es prácticamente imposible. Un efecto adicional de la Ley de Tabaco.