- Usted está en:
- Portada / Columnas de Opinión / Jaime Mañalich
Los enfermos quieren y merecen más
Fortalecer la educación basada en actividades prácticas que apunten al empoderamiento del enfermo y su familia, y que culmine con la creación de Escuelas de Pacientes puede ser una alternativa muy eficaz de inversión en Salud Primaria.
Jueves 26 de marzo de 2015
En el excelente artículo de La Tercera "El Paciente Rebelde" se enumera una serie de elementos que han transformado la forma convencional en que los enfermos se relacionaban con los médicos: acceso a Internet, segundas opiniones, valoraciones de formas de tratamiento que difieren de la indicación profesional y la judicialización de la medicina.
Lejos de ser un problema, este nuevo trato es una oportunidad que debe formalizarse en canales efectivos. Que los pacientes estén mejor informados, comprendan su enfermedad, más aún si es crónica, mejora el pronóstico y la adherencia a la terapia. Adicionalmente, y en la línea de los derechos de las personas, les permite tomar decisiones más ajustadas a la vida o a la forma de morir que crean más valiosa.
UNESCO ha mostrado preocupación creciente por la educación de los adultos, y desde el año 2003 ha puesto un foco muy potente en la "Alfabetización en Salud". Esto es, para los grupos que tienen menor nivel educacional, buscar y ofrecer soluciones que generen equidad. En Chile, la diferencia en la expectativa de vida entre los adultos que han completado Educación Superior y los que solo completaron la Básica es de 6 años. ¿Es posible generar una palanca de educación que permita a los menos favorecidos adquirir herramientas para hacerse cargo de algunos aspectos de su salud, y tratar de cerrar esta brecha?
La respuesta es sí, demostrado fehacientemente. Fortalecer la educación basada en actividades prácticas, que apunten al empoderamiento del enfermo y su familia, y que culmine con la creación de Escuelas de Pacientes puede ser una alternativa muy eficaz de inversión en Salud Primaria. La experiencia extranjera demuestra que con estas iniciativas, los pacientes concurren menos a los Servicios de Urgencia, es menos probable que sufran descompensaciones, tienen menos hospitalizaciones, estas son más breves, la calidad de vida aumenta y la discapacidad disminuye.
Un estudio reciente de IPSUSS muestra que entre los adultos que han completado solo la Educación Básica, la mitad no comprende lo que le indica el personal de salud, y casi la misma proporción no entiende lo que informan los insertos en los medicamentos, cuando los leen.
Es cierto, la brecha en acceso a educación de calidad es una deuda pendiente; pero hay urgencia en considerar que -en un país que envejece a la velocidad de Chile, y en el que después de los 50 años, 6 de cada 10 padecen una enfermedad crónica- se hace necesario recetar uno o varios fármacos, pero también prescribir y hacer posible que los pacientes distribuyan bien estos mismos remedios a lo largo del día, reforzar con mensajes de texto u otras técnicas para que se los tomen, que conozcan los riesgos más importantes en el hogar, que sepan y se les recuerde cuándo deben hacerse los exámenes preventivos de probada eficacia, que identifiquen los síntomas que deben alarmar ante una condición de riesgo, que no confundan la depresión con la pena o el desánimo y dejen de buscar ayuda oportunamente, que algunos aprendan a tomar la presión arterial, que se pesen con mayor frecuencia, o que se les enseñe algunas rutinas de ejercicio que puedan hacer incluso en sus casas.
Es legítimo que los pacientes se hayan hecho impacientes. Uno de los caminos de mayor eficacia para sacar lo mejor de esta energía es empoderarlos.