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Vulcano y Salud
Quienes trabajan como rescatistas, carabineros, bomberos, removedores de cenizas y escombros se transforman en los héroes de la historia; pero a la vez son los que más se exponen a enfermedad. Por ello -y tenemos que reconocer que no lo hemos hecho bien hasta ahora- debería empadronarse a todos estas personas extraordinarias y ofrecer para ellos una programa especial de prevención y seguimiento de enfermedades asociadas a su labor...
Viernes 24 de abril de 2015
Chile concentra la mayor actividad volcánica del planeta, con un promedio de una erupción cada año y medio proveniente de una cadena de dos mil volcanes, 500 de ellos activos. El Calbuco es uno de los más peligrosos. En 200 años ha tenido trece erupciones violentas. Se le acercan en riesgo el Villarrica, Llaima, Chaitén, Láscar, Michimahuida, Chillán y Lonquimay.
Si bien las erupciones suelen ser autolimitadas, los efectos sobre el ser humano, las comunicaciones, la agricultura, la ganadería y la pesca se mantienen por años, y a veces, a mucha distancia del cráter principal. Por ejemplo, la erupción del Cordón Caulle impactó hasta en Rio de Janeiro.
Cada erupción no es idéntica a otra, y eso requiere una evaluación respecto a los riesgos específicos para la salud en cada caso. Así, hay emanaciones que no contienen Sílice y en otras representa hasta el 75% de los minerales expulsados. Los efectos pulmonares a largo plazo son conocidos por la Silicosis que tan frecuentemente ha afectado a nuestros mineros. El polvo oscila entre 0,06 a 2 mm de diámetro; pero hay casos en que puede ser más pequeño que 10 micrones, siendo inhalado por las personas hasta la profundidad de los pulmones. Se debe tener en cuenta que el exceso de este MP10 es el que ha gatillado las alertas y emergencias ambientales en las ciudades.
En las cercanías de la chimenea puede haber gases extremadamente tóxicos, como dióxido de Carbono, óxidos de azufre, ácido sulfúrico, ácido clorhídrico monóxido de carbono, que justifican la evacuación inmediata a un perímetro importante. Este perímetro no solo se asocia a las posibles zonas de curso de la lava, sino a evitar el contacto con estos gases que llevan a la muerte.
Los efectos más tardíos para la salud son la aparición o exacerbación de problemas respiratorios, irritación ocular que desencadena infecciones y úlceras en la córnea, irritación de la piel y trastornos psicológicos severos. Respecto a las alteraciones respiratorias, parecen ser completamente reversibles para la población previamente sana.
Normalmente va a haber un período en que los evacuados van a convivir en situaciones de riesgo sanitario. Fácilmente puede aparecer Diarrea, casos de Fiebre Tifoidea, Hepatitis A, y por la zona en que ocurrió la última erupción, Hanta. Por eso, se dispone habitualmente de un servicio de vigilancia epidemiológica para estos recintos y de vacunaciones contra algunos de estos riesgos.
Las fuentes de agua deben ser examinadas permanentemente y por un período prolongado, ya que la ceniza la acidifica, y se pueden contaminar fácilmente con metales pesados y otras sustancias que produzcan consecuencias a largo plazo. La más relevante es Mercurio, que puede llegar al mar y concentrarse en peces que luego serán consumidos por humanos.
Quienes trabajan como rescatistas, carabineros, bomberos, removedores de cenizas y escombros se transforman en los héroes de la historia; pero a la vez, son los que más se exponen a enfermedad. Por ello, y tenemos que reconocer que no lo hemos hecho bien hasta ahora, debería empadronarse a todos estas personas extraordinarias, y ofrecer para ellos una programa especial de prevención y seguimiento de enfermedades asociadas a su labor. Es justo y es lo menos que el país les debe.