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Cómo mejorar las relaciones con un hijo adolescente
Los padres o cuidadores deben entregar autonomía con límites. Esto implica que el adolescente tendrá el deber de mostrar buena conducta y asumir responsabilidades para contar con la independencia que anhela. Esta independencia puede implicar más pemisos para salir, horarios más flexibles de llegada a casa, apoyo económico para salidas, etcétera.
Viernes 3 de febrero de 2017
Los padres que tienen hijos en etapa adolescente o comparten experiencias con ellos, saben perfectamente lo complejo que es este período. No sólo resulta difícil por sus características, sino porque inunda al adolescente de inestabilidad y hace que el entorno familiar también se tiña de inconsistencias emocionales.
La adolescencia, para contextualizarla de mejor manera, es similar a una paradoja. Si bien el adolescente necesita “independencia”, que es determinada por la sensación de libertad, sin responsabilidades y bajo nivel de compromiso, lo que más busca es dependencia en la familia y en sus amigos. Esto se debe a que no saben qué terreno pisan, les cuesta tomar decisiones por desconocimiento de habilidades sociales, son impulsivos y a veces pierden el control. Creen saber lo suficiente como para enfrentar el mundo, sin embargo, ellos mismos se terminan dando cuenta de que esto no es parte de la realidad y que es imposible administrar todo lo que pasa a nuestro alrededor.
Frente a este escenario, los padres o cuidadores deben entregar autonomía con límites. Esto implica que el adolescente tendrá el deber de mostrar buena conducta y asumir responsabilidades para contar con la independencia que anhela. Esta independencia puede implicar más pemisos para salir, horarios más flexibles de llegada a casa, apoyo económico para salidas, etcétera.
Para que este proceso de autonomía con límites resulte llevadero y apropiado, hay que tener en cuenta que la buena comunicación es trascendental y transversal. El diálogo con el adolescente debe ser estratégico, esto es, lo más simétrico posible para que no se sienta tratado como un niño. Además, la comunicación debe ser abierta para que se revelen aquellos “secretos” que se necesitan saber sobre los hijos y ayudarlos a superar cualquier dilema que puedan cargar.
La comunicación además debe estar acompañada de lo afectivo. Los padres deben ser autoridad, pero amables, receptivos y amorosos. Por otro lado, hay que aprender que cuando se tiene un hijo adolescente hay que dejar que puedan cometer algunos errores que enseñan más que una simple conversación, saber respetar la privacidad en todo ámbito y por sobre todo ser tolerantes en las diferencias de opinión.
Por lo tanto, los límites que se establezcan deben ser realistas y razonables para que se cumplan, no perder nunca el control y ser firmes, pero cariñosos. Si podemos manejar estas variables, el terreno de incertidumbre, al menos, está controlado para que el vínculo no se diluya y la relación se vea fortalecida.