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Se acabaron las vacaciones...
Existe una mayor evidencia científica para señalar que las escuelas y las familias donde existe mayor apoyo social, reglas claras de convivencia basadas en la colaboración, diversidad y respeto, junto con un estilo de percibir el mundo adolescente como una oportunidad para desarrollar talentos y habilidades, facilitan la construcción de espacios y realidades nuevas donde las conductas disruptivas puedan ser contenidas y ordenadas...
Jueves 5 de marzo de 2015
Lentamente finaliza el periodo estival y se comienza a pensar en la forma de retomar las actividades cotidianas dependiendo, por cierto, de la etapa de la vida en que nos encontremos. Así, el mundo adulto piensa acerca de la vuelta al trabajo y los adolescentes, en el regreso al colegio. Este pensar sobre nuestra cotidianidad puede vivirse de manera angustiante y hostil, pudiendo generarse ideas negativas asociadas a la llegada de esta parte de nuestra realidad.
Lo anterior puede verse aumentado, ya que muchas de las conversaciones por estos días entre padres y adolescentes podrían estar centradas en el cómo se deben cumplir las normas y responsabilidades académicas de cada establecimiento educacional, como también sobre aquello que durante el periodo académico anterior no lograron realizar por falta de esfuerzo o dedicación frente a las tareas escolares.
Esta forma de plantear las conversaciones al interior de la relación entre padres e hijos puede generar gran tensión psicológica en especial en aquellos adolescentes que viven periodos de transición en su etapa escolar. Es sabido que el paso a la enseñanza secundaria y el paso a la enseñanza superior son momentos de particular estrés psicológico, pues se aprecia un cambio de todo el contexto social y en particular de las expectativas de todos quienes los rodean.
Quienes llegan a la enseñanza media podrían pasar de un contexto más personalizado a uno más grande e incluso más impersonal dentro de un aula, el trabajo académico suele ser de nivel más alto y las buenas calificaciones tienen un valor social muy relevante y un tanto distinto a aquellas obtenidas en la enseñanza primaria.
Muchos de estos adolescentes pueden sentir que ahora forman parte de una masa de jóvenes que están en permanente competencia respecto de los logros escolares, lo que tiene como efecto, en el largo plazo, provocar la disminución de la motivación, la autoestima y el compromiso con los proyectos de aprendizaje especialmente en aquéllos con procesos de desarrollo cognitivo que suelen tener un mayor tiempo de maduración.
De ahí que la construcción de un ambiente escolar y familiar saludable, resulte un factor que predispone y estimula procesos psicológicos que facilitan el desarrollo social y cognitivo.
Existe una mayor evidencia científica para señalar que las escuelas y las familias donde existe mayor apoyo social, reglas claras de convivencia basadas en la colaboración, diversidad y respeto, junto con un estilo de percibir el mundo adolescente como una oportunidad para desarrollar talentos y habilidades, facilitan la construcción de espacios y realidades nuevas donde las conductas disruptivas puedan ser contenidas y ordenadas, buscando fortalecer las defensas psicológicas del adolescente. Aquello permite que se pueda hacer frente a los cambios a través de una mirada focalizada en la oportunidad que tiene para crecer de forma entretenida, aprender a ser felices junto a otros en este momento de su vida y creer en que posee lo necesario para llegar a construir un mayor bienestar para sí mismo y para quienes ama.