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Cambio de gobierno en Chile
Desde 1990, cada cuatro años, el 11 de marzo se realiza el cambio de gobierno en Chile, de acuerdo a las elecciones democráticas de Presidente de la República y a una tradición republicana que ya se extiende por casi un par de siglos. Es lo que ocurrirá este histórico viernes 11 de marzo de 2022, cuando Gabriel Boric asuma como Presidente de la República, recibiendo el mando del saliente Sebastián Piñera.
Domingo 6 de marzo de 2022
Sin perjuicio del factor institucional, se trata de un momento de profundo significado político, que en ocasiones adquiere ribetes dramáticos, en los cuales se mezclan la esperanza y los temores sobre el futuro. En Chile se han podido apreciar diversos escenarios y suele repetirse el traspaso de mando a un adversario político más que a un partidario. Así fue la regla general antes de 1973, como muestran las sucesiones de Gabriel González Videla a Carlos Ibáñez del Campo, de este a Jorge Alessandri Rodríguez, luego el independiente de derecha entregó el mando al DC Eduardo Frei Montalva, quien a su vez lo hizo a Salvador Allende. La excepción fueron los tres gobiernos radicales sucesivos: Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y el mencionado González Videla.
El regreso a la democracia produjo un cambio histórico, cómo quedó claramente reflejado en las cuatro administraciones de la Concertación de Partidos por la Democracia: Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. De esta manera, los tres primeros pudieron celebrar no solo el cumplimiento de algunos aspectos específicos de sus programas de gobierno, sino también entregarle las llaves de La Moneda a un partidario. Eso, entre otras cosas, significa una buena evaluación de su presidencia, que siempre es relativa y compleja, pero que tiene en la sucesión una de sus manifestaciones más visibles.
No ha ocurrido lo mismo en estos últimos dieciséis años. La Presidenta Bachelet culminó con buena popularidad su primera administración, pero entregó el mando a Sebastián Piñera, lo que dio paso al primer gobierno de centroderecha desde el regreso a la democracia. Sin embargo, no existió continuidad de ese sector político, que nuevamente vio el regreso triunfante de Bachelet a La Moneda, encabezando ahora la Nueva Mayoría. En una curiosidad histórica indudable, el proceso culminó con Piñera volviendo al gobierno, como líder de Chile Vamos, con un resultado extraordinario en las urnas y la promesa de “tiempos mejores”. Este 11 de marzo se acaba el segundo gobierno de Piñera, con más tedio y decepción que tristeza entre sus partidarios, y trocando los tiempos mejores por un proceso de transformaciones profundas que encabezará Gabriel Boric.
Antes de 1973 hubo dos situaciones que llaman la atención: Jorge Alessandri Rodríguez y Eduardo Frei Montalva dejaron sus respectivos gobiernos en 1964 y 1970 con una situación paradójica. Por una parte, ambos gobernantes gozaban de un gran prestigio personal, según registraban las encuestas, pero no habían tenido capacidad para reelegir a un gobierno de su misma tendencia política. Por el contrario, Alessandri entregó el mando a Frei, uno de sus principales detractores, en tanto el líder DC lo hizo con Salvador Allende, el principal dirigente opositor a su gobierno. En este último caso Chile no experimentó sólo un cambio de gobierno ni tampoco tuvo meramente un nuevo Presidente de la República. Lo que definía el momento histórico era el signo de la revolución, como proceso y como aspiración, para iniciar el socialismo y definir una nueva etapa en la historia de Chile.
Por eso Eduardo Frei Montalva vivió días tan amargos después de la elección del 4 de septiembre de 1970. “Yo he sufrido mucho estos días, más de lo que Ud. pudiera imaginar”, escribió Frei el 8 de octubre a Jacques Maritain, especie de mentor y amigo. Seguramente, como sostiene el biógrafo Cristián Gazmuri, por esos días rondaba en su cabeza una dura pregunta: “¿ Iba a ser realmente el Kerensky chileno?”. Carlos Altamirano asegura que Allende le contó que en los dos o tres encuentros que tuvieron tras la elección, la relación de amistad cambió radicalmente entre ambos líderes políticos: “Frei estaba siempre extremadamente tenso, casi violento”, habría dicho el candidato socialista (citado en Patricia Politzer, Altamirano, Santiago, Debate, 2013). El problema de fondo se lo manifestó el propio líder falangista a Salvador Allende: estaba convencido que la Unidad Popular terminaría con la democracia en Chile y contra ello se disponía a luchar.
Es interesante recordar ese cambio de mando porque -guardando las diferencias de tiempo y circunstancias- tiene analogías con el momento presente de Chile. Gabriel Boric es el líder de la coalición del Frente Amplio con el Partido Comunista, el proyecto de gobierno más izquierdista desde la Unidad Popular. A su vez, por su doctrina, declaraciones y programa, el que ha prometido cambios más sustanciales desde el regreso a la democracia en 1990.
En este 2022 se suma un elemento adicional que no se puede soslayar: Chile vive un proceso constituyente inédito en la forma y, por lo que se conoce hasta el momento, será también el más revolucionario en el fondo. De esta manera, no se puede analizar el cambio de gobierno solo por quién administrará el Poder Ejecutivo en los próximos años, sino también por las modificaciones profundas promovidas por la Convención, que alterarán la democracia, los resultados electorales de noviembre de 2021 y otros tantos aspectos relevantes de la vida nacional.
Por todo ello, este 2022 Chile tendrá el cambio de mando más importante desde aquel 11 de marzo de 1990, cuando el general Augusto Pinochet entregó el poder a Patricio Aylwin. Hoy, como en 1970, Chile no vive simplemente un cambio de gobierno ni ha elegido simplemente un nuevo Presidente de la República. El país experimenta una transformación profunda, inédita, esperanzadora para muchos y a la vez preocupante e incierta. Si en 1970 el cambio de mando significó el comienzo de una revolución, este 2022 solo se realiza en medio del proceso revolucionario y es una de sus tantas aristas. Por lo mismo, no solo representa un hito republicano y democrático propio de la historia nacional, sino también un peldaño en la inédita transformación que experimenta Chile en este cambio de época.
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