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El ejemplo de los padres en el desafío de regular las emociones
La expresión de las mañas y del llanto frente a situaciones que angustian se consideran normales y se espera que se expresen, pues sólo si se manifiestan se aprende a regularlas...
Martes 20 de octubre de 2015
De los principales desafíos parentales, el de la crianza de los hijos preescolares es uno de los que requiere mayor energía y atención. Durante el desarrollo evolutivo de los niños y niñas el rango de edad entre los dos y los cinco años demanda una serie de tareas motoras, psicológicas, sociales, morales y afectivas que de una u otra forma condicionan el ajuste al sistema escolar y la tranquilidad de la vivencia familiar.
En este sentido, el desarrollo de pequeños vínculos afectivos fuera de la relación directa con los padres y hermanos, favorece una exploración riquísima de las emociones tales como alegría, ira, tristeza y permite ensayar ciertos patrones de conducta asociados a la convivencia con otros.
De esta manera las peleas en el periodo preescolar, la expresión de las mañas y del llanto frente a situaciones que angustian se consideran normales y se espera que se expresen, pues sólo si se manifiestan se aprende a regularlas. No es fácil para un niño aprender este proceso de regulación, pues sus habilidades cognitivas no lo acompañan del todo, su mente es particularmente prelógica en algunas reflexiones y muy lógica en otras; momentos en los que incluso sorprende a los adultos que lo rodean.
Sin embargo, lo más probable es que su pensamiento no se ocupe y preocupe de la regulación emocional, cuestión que se observa en las típicas pataletas en que aquello que es esperable o correcto no tiene cabida, y donde la expresión de la rabia no se modula. ¿Cuándo aprendemos a regular pensamiento y emoción? La verdad es que se esperaría que fuera durante el periodo escolar, pues los mecanismos de socialización allí operan con fuerza y el niño o niña ya puede razonar con lógica frente a situaciones complejas, sin embargo, este aprendizaje depende también de lo que se expresa al interior de la familia, de cómo los padres regulan sus propias emociones y pensamientos: cuánta rabia, alegría, ira o enojo se observa en el lenguaje verbal y corporal de ellos.
Demandar a un hijo que regule las emociones o que razone frente a la lógica de un acontecimiento es un aprendizaje complejo, y los padres y madres son quienes modelan cómo hacerlo. Por esto es fundamental ser consciente de lo que se dice y se hace, y del efecto que esto provoca en los hijos, pues en ocasiones la falta de regulación en la expresión emocional de los niños, no es más que un reflejo de lo que se ha observado en los propios padres.