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Acceso a financimiento en sectores medios
En poco más de dos décadas, la cobertura pasó del 4% al 27% en el 20% más pobre de la población, un progreso alcanzado gracias a la oferta de proyectos académicos diversos y también al acceso a créditos y ayudas estudiantiles. Sin ambos factores hubiera resultado imposible alcanzar las cifras que hoy todos –de manera transversal-destacamos.
Miércoles 26 de julio de 2017
Un motivo de satisfacción para el país en las últimas décadas ha sido el notable aumento en la cobertura en educación superior. Si bien aún quedan brechas que afectan a los segmentos de menores ingresos, progresivamente el acceso a los estudios terciarios se ha transformado en una realidad para miles de jóvenes. Una oportunidad que les permite mejorar sus expectativas futuras y su calidad de vida en especial a los jóvenes provenientes de grupos vulnerables. Un logro que, del mismo modo, ha beneficiado al país al contar con recurso humano calificado para enfrentar los complejos desafíos que nos impone la modernidad.
En poco más de dos décadas, la cobertura pasó del 4% al 27% en el 20% más pobre de la población, un progreso alcanzado gracias a la oferta de proyectos académicos diversos y también al acceso a créditos y ayudas estudiantiles. Sin ambos factores hubiera resultado imposible alcanzar las cifras que hoy todos –de manera transversal– destacamos.
En este contexto, y más allá de la necesidad de mejorar el instrumento, el Crédito con Aval del Estado ha posibilitado que estudiantes de sectores bajos y medios cursen estudios. Este mecanismo, tantas veces cuestionado de manera banal y descontextualizada, ha permitido que jóvenes de los quintiles VII y VIII, que no siempre tienen acceso a becas, puedan financiar total o parcialmente sus estudios superiores, algo que las familias de clase media difícilmente pueden conseguir sin el apoyo público. Además, este instrumento está destinado a todos los estudiantes, sin hacer distinciones basadas en el tipo de institución que ellos escojan. De esta manera se les brinda la opción de elegir de acuerdo a sus intereses, necesidades y proyecciones.
En el último tiempo algunas opiniones respecto del CAE se han tomado como verdades irrefutables y se repiten sin realizar un análisis objetivo. En ese sentido, se dice que se ha transformado en una “pesada mochila” que agobia a los profesionales. Sin desmerecer ni querer negar los complejos problemas que enfrentan los estudiantes que han debido abandonar sus estudios, la realidad es bastante abordable para quienes terminan su carrera. Para aquellos que obtienen un título profesional y con ello mejoran sus expectativas laborales, la deuda está lejos de ser una “pesada mochila”.
Este crédito tiene una tasa de interés del 2% anual, comienza a pagarse a los 18 meses después del egreso y la cuota se puede rebajar al 10% de los ingresos del deudor. Sin duda, se trata de condiciones que con responsabilidad y compromiso se pueden asumir. De acuerdo a datos de la Comisión Ingresa, la cuota promedio pagada por los deudores del CAE egresados asciende a unos 40 mil pesos, cifra que no supera el 6% de los ingresos promedio.
La misma Comisión Ingresa informó que 808.366 estudiantes han cursado programas con este tipo de financiamiento. Casi 300 mil de ellos ya terminaron sus carreras técnicas o profesionales y del total de egresados en 2016, el 58,8% proviene de familias de los quintiles I y II.
En un escenario de inestabilidad económica y frente a las múltiples necesidades de sectores realmente vulnerables como los niños, los adultos mayores y los enfermos, avanzar en gratuidad es una quimera. Por ende, el camino es mejorar el CAE o reemplazarlo por un mecanismo transparente, justo y sobre todo no discriminatorio.