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Eficiencia del gasto universitario
Sin duda este tema es difícil, porque abordarlo depende del perfil de la universidad; no es lo mismo que esté muy focalizada en la docencia que hacer investigación de punta, o desarrollar actividades de Extensión y Vinculación con el Medio en forma intensa.
Viernes 27 de enero de 2017
Se ha discutido mucho acerca del crecimiento del gasto en Educación Superior, y si los aportes del Estado van a las instituciones o directamente a los estudiantes; sin embargo, hemos hablado poco acerca del uso que en las universidades dan a ese gasto.
Una de las razones es que gran parte de los investigadores en Ciencias Sociales, en Economía y en disciplinas afines que podrían hacer este análisis, se encuentran en las propias universidades, lo que genera cierta inhibición para estudiar el tema, mientras que en los centros independientes, la preocupación por los fenómenos políticos y de políticas educacionales ha sido mucho mayor que el interés por analizar cómo se están gastando los recursos en las universidades.
Sin duda este tema es difícil, porque abordarlo depende del perfil de la universidad; no es lo mismo que esté muy focalizada en la docencia que hacer investigación de punta, o desarrollar actividades de Extensión y Vinculación con el Medio en forma intensa. Los recursos que las instituciones tendrían para investigación, y otras acciones, se pueden desprender del ingreso total por alumno de pregrado; a mayor ingreso mayor la probabilidad de que se oriente más allá de la docencia.
No es sorpresa que las tres universidades que más investigación realizan, con mayor prestigio y con presencia en rankings internacionales, son aquellas que tienen el ingreso anual por estudiante más alto: 50
Esto marca una diferencia notable con algunas de las instituciones estatales en regiones, que tienen ingresos totales por estudiante de pregrado, inferiores a los $3 millones. Evidentemente no es posible compararlas, no pueden sino estar en situaciones de desarrollo distintas.
En definitiva, vale la pena empezar a analizar a fondo no solo los montos totales que el Estado entrega al sistema, o los montos totales del esfuerzo que los estudiantes y sus familias hacen para financiar sus estudios, sino también cómo se están gastando. En otros países existen instituciones muy respetadas, o comisiones especializadas, que cada cierto tiempo hacen este tipo de estudios para indicar qué correcciones son necesarias.
Si el Estado aporta recursos, lo hace para fines específicos, y es lógico que todos los chilenos, que somos los que aportamos ese financiamiento con nuestros impuestos, supervisemos que se gasten de buena forma, de acuerdo a lo que la sociedad nos está pidiendo. En este sentido, vemos que no solo hace falta incrementar los ingresos, sino que es necesario producir incentivos en las universidades para que se generen modificaciones internas estructurales que permitan mejorar su calidad. Eso es válido para todo tipo de institución, pero es especialmente para las Universidades Estatales, si se plantea que tengan un trato preferente de parte de su dueño.
Hacer más con los mismos recursos probablemente va a ser la tónica del futuro. Los recursos públicos no se expandirán a una tasa muy significativa, pero es de esperar que no se oriente solo a sustituir gasto privado, porque eso deja a las instituciones en la misma posición de hoy. Lo que se requiere con urgencia es crecer en actividades de investigación y desarrollo; nuestro sistema en general y las actividades hacia el futuro, requieren de innovación y aumento de la productividad y eso, sin actividad científica, tecnológica y de desarrollo, no va a ser posible. Dado que en Chile las universidades hacen una gran proporción de esa actividad, es difícil comprender por qué el proyecto del nuevo Ministerio no es de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.