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No olvidar las prioridades
El análisis económico no determina en qué gastar, eso es una definición política; sin embargo, dicho análisis enmarca los límites del gasto público, y las consecuencias de no respetar esas fronteras.
Lunes 18 de julio de 2016
Hoy más que nunca, porque estamos en un contexto de gran escasez, cobra importancia la necesidad de asignar los recursos fiscales según las prioridades definidas, que tienen que ver con lo que es indispensable de hacer según el Gobierno y la mayoría parlamentaria. Por supuesto, esa es una de las definiciones de texto más básicas del objeto de estudio del análisis económico: estudiar la asignación de recursos escasos, frente a necesidades múltiples, que son jerarquizables.
Uno de los principios derivados de lo anterior es que siempre se presentan los costos de oportunidad, porque existen opciones para usar esos mismos recursos. Además, la eficiencia en el uso de ellos plantea el gran tema de tener una gestión en el sector público sin gastos innecesarios, con medición de resultados, tratando de evitar las tendencias inerciales y entrópicas, tan usuales en los programas gubernamentales, en todo el mundo.
El análisis económico no determina en qué gastar, eso es una definición política; sin embargo, dicho análisis enmarca los límites del gasto público, y las consecuencias de no respetar esas fronteras. Sabemos que tener un déficit fiscal sobre cierto nivel del PIB o un porcentaje de deuda sobre el PIB muy alto delimitan hasta dónde gastar, dados los ingresos públicos. También conocemos que no es posible modificarlos en uno o dos años.
Endeudarse en el exterior o usar recursos ahorrados (fondos externos) no da exactamente lo mismo, pero igual es peligroso tener un déficit financiado con deudas o con uso de esos fondos. Una política expansiva, de impulso en construcción de infraestructura, por ejemplo, puede justificarse si el gasto privado no permite sostener el crecimiento.
Mejorar en forma significativa los Hogares de Sename y las cárceles son ejemplos concretos de gastos públicos que deberían tener una alta prioridad, si queremos disminuir la delincuencia en el futuro. Lo mismo es válido con los hogares para adultos mayores y subsidios para cuidado en casa, si consideramos el envejecimiento de la población y la necesaria solidaridad con los más viejos.
Otro tanto ocurre con la construcción de nuevos hospitales y la formación de especialistas, entre muchas otras cosas. Desde el punto de vista de la gestión de gobierno, lo verdaderamente difícil, y en lo que se prueba el carácter de los integrantes del sistema político, es definir lo que no va a ser prioritario, aquello en lo que no es conveniente gastar más, por ahora, o lo que simplemente es necesario cortar del todo.