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Suicidio en Argentina
"La muerte de una persona, siempre causa dolor y pérdida entre sus seres queridos, y consternación en el resto. El suicidio provoca, además, en todos los casos, primero: estupor, y después: interrogantes. ¿Qué fue lo que llevo a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?". Así inicia la Presidenta argentina una columna dedicada a reflexionar sobre la reciente muerte de un Fiscal trasandino.
Jueves 22 de enero de 2015
Tiene razón. Una muerte por suicidio produce una intensa interpelación a la sociedad, agregándose las preguntas: ¿dejamos de hacer algo que podría haber evitado esta muerte? ¿Tiene el resto de la comunidad alguna responsabilidad en que alguien, apelando a la pregunta de Heidegger "¿Por qué el ser y no la nada?", elija la nada, o en otros términos, califique que vivir es un estado de calidad de vida inferior a estar muerto.
La OPS ha publicado recientemente su Informe "Mortalidad por Suicidio en Las Américas". Los datos de Chile son alarmantes. Somos la nación con la segunda tasa de suicidio más alta de la región, después de Uruguay. Cada año se suicidan en el país 2.055 personas, con una relación de 4,5 hombres por cada mujer. Este tipo de muertes se concentran en adolescentes y adultos jóvenes. La tasa de suicidio por 100.000 habitantes ha subido desde 5,63 a 11,68 entre los años 1990 al 2009, siendo la de más rápido ascenso en los países de la OCDE, después de Corea del Sur. La tasa de 11,68 se compara con la media de 7,62/100.000 en toda América.De hecho, en el resto de las naciones, la tasa ha disminuido. Es decir, el suicidio como causa de muerte en hombres jóvenes chilenos es un problema grave de salud pública.
¿Cuáles pueden ser las razones para esta lamentable situación? De lo que se ha estudiado, se pueden señalar los siguientes motivos: la alta prevalencia de enfermedades mentales que no se diagnostican o tratan; la destrucción institucional de la familia como soporte del individuo (vale la pena leer "El Eslabón Perdido" de E. Tironi y colaboradores); el bullying homofóbico en la escuela, una maldición que no logramos erradicar; la desigualdad y la inseguridad asociada al futuro; y el abuso de drogas.
La desestigmatización del suicidio ha sido un logro. Es difícil imaginar alguien que merezca más comprensión que un suicida solo y repudiado. Al final, el estupor y la culpa social que produce alguien que se quita la vida nos devuelve la bala, el veneno, o el ahorcamiento como si miráramos un espejo.
Cambiar la tendencia chilena al alza de suicidios, con el consecuente sufrimiento y pérdida social, no es una tarea fácil. El haber incorporado al AUGE algunas patologías asociadas a la muerte autoprovocada es un avance significativo. Es necesario fortalecer a los equipos de Salud Primaria en el manejo de claves y algoritmos conocidos, que permiten predecir con alguna precisión la conducta suicida. Ha llegado el momento de potenciar los Centros de Salud con mayor presencia de sicólogos.
Como último comentario, el riesgo de subreporte, es decir, que haya suicidios que no son catalogados como tales, parece ser bajo en Chile, estimándose en 1,3%. La posibilidad de sobrereportes; es decir que se haya calificado como suicidios situaciones que en realidad no lo son, como homicidios por ejemplo, el Informe de la OPS no entrega información.