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Humanizar la salud
Los pacientes perciben las actitudes del profesional, por lo que la formación de estos en temas como la relación médico-paciente, el rol educativo del profesional de la salud, la importancia de la escucha activa y la capacidad de comprender la situación del otro -enfermo- que viene en solicitud de ayuda son fundamentales.
Martes 14 de junio de 2016
Todos sabemos que la salud no pasa por un buen momento. Si bien algunos de los indicadores sanitarios de nuestro país son propios de naciones desarrolladas, aún queda mucho por avanzar. Cuando hablamos de indicadores sanitarios podemos señalar por ejemplo la mortalidad infantil.
Quienes pertenecemos al mundo de la salud sabemos que el cambio en la mortalidad infantil se debe entre otros factores al notable crecimiento económico experimentado por nuestro país en las últimas décadas. El problema radica en que para la gente menos instruida en estos temas, todo lo anterior son sólo números y nada tangible en sus atenciones de salud.
Lo que sí es percibido por nuestros pacientes es el buen trato, la dedicación en la atención, la dedicación y preocupación del médico en explicarle su enfermedad, en enseñarle como controlarse o si su patología crónica está relativamente bien controlada, etc.
Es decir, nuestros pacientes perciben las actitudes del profesional, por lo que la formación de estos en temas como la relación médico-paciente, el rol educativo del profesional de la salud, la importancia de la escucha activa y la capacidad de comprender la situación del otro -enfermo- que viene en solicitud de ayuda son fundamentales.
Por lo anterior, urge repensar la comprensión de las políticas públicas en salud. Por un lado, incentivar y promover el empoderamiento de nuestros pacientes para que se hagan responsables de su estado de salud y en segundo lugar, formar médicos que comprendan cuál es su labor en la práctica diaria.
El rol del médico no es sólo diagnosticar, tratar y pronosticar, sin duda un aspecto fundamental de la práctica médica pero que no agota de ninguna manera los fines de la medicina. Los fines más nobles de esta ciencia están dados por el sólo hecho de acompañar a nuestros pacientes desde la concepción hasta la muerte natural, entenderlos en su sufrimiento, comprender que no tratamos enfermedades ni órganos sino que personas y, que como tales, merecen respeto.
Tenemos indicadores sanitarios de países desarrollados, pero aún tenemos una deuda pendiente, en humanidad, con nuestros pacientes.
Miles de personas están esperando por nosotros, por un médico que escuche con interés sus problemas y que comprenda que los procesos de salud y enfermedad se desarrollan en una persona y no de manera abstracta. Como decía Hipócrates, considerado el padre de la medicina, podemos “curar a veces, aliviar a menudo, pero acompañar siempre”.